Posiblemente lo más interesante de ésta adaptación a la cultura occidental del original del mismo título, dirigido por Chan Wook Park, que se ha hecho acreedor a varios premios internacionales, entre ellos el del jurado en el festival de Cannes 2004, es que Spike Lee, uno de los grandes directores de cine de Hollywood, reconstruye “Oldboy” (2003) sin recelo del original, ni ignominia.
Las diferencias entre la una y otra no son demasiadas, posiblemente el plus a favor de ésta se pueda encontrar en la actuación de Josh Brolin, quien aproximadamente durante la mitad de la narración es el protagonista casi exclusivo.
Mientras todo transcurre en la línea de la adaptación respecto de lo cultural el desarrollo se hace interesante, viable, logra su cometido: atrapa al espectador, aunque haya visto la original. Le incluye temas como la violencia social, la violencia de género, hasta el incesto que no existía en la anterior.
Todo se hace verosímil, creíble, sin tener certeza, ni explicación, ni justificación de lo observado, sólo intriga de los por qué. El problema se presenta cuando deja de lado la adaptación y se quiere transformar en homenaje, copia o cómo se lo quiera llamar.
Desde ahí da por tierra con todo lo construido.
Como ejemplo claro de esto el recurrir a la estilización de secuencias que no por repetición sean defendibles en si, la escena de la pelea a martillo, tan creíble en la original por que su personaje, coreano, lo hace probable, aquí raya en lo vulgar e inverosímil.
Esta remake, es para muchos innecesaria. Digamos que el relato comienza en 1988, narra la historia de Joe Douchett, un hombre con cierto grado de dependencia alcohólica, que vive una vida dentro de los parámetros normales. Separado de su mujer, no así de su pequeña hija, es secuestrado en estado de ebriedad. Cuando recobra el conocimiento se da cuenta que está encerrado en una especie de celda sellada, donde un televisor hace las veces de único nexo con el exterior.
Joe desconoce los motivos de su encierro, trata de encontrar alguna huella mnemónica que le ayude a entender lo que está sucediendo. Contemporáneamente se entera por la televisión que su ex esposa ha sido cruelmente asesinada. Todos los indicios que maneja la policía lo colocan a él como el principal sospechoso, su sangre esta presente en el lugar del crimen. El tiempo transcurre y él termina por adaptarse a su nueva realidad. La penumbra de su celda deja de ser un problema.
Decide realizar actividad física para mantenerse activo y elucubraciones mentales para no descompensarse psíquicamente, la más importante es llevar la cuenta de los días que se suceden, y escribir todo lo que ha hecho en su vida, para descubrir con que haya podido causar daño a otros, razón por lo que su actual situación sea una especie de venganza. Especula con que el individuo que lo ha encerrado es una de esas personas y planea su propia venganza.
Años después, un día cualquiera, lo duermen con un gas y despierta en libertad en medio de un campo. Descubre que le han dejado mucho dinero y un teléfono celular.
Recibe una llamada, un desconocido le dice que ahora debe indagar el por qué de su encarcelamiento, descubrir un secreto sin medir las consecuencias, aplicado en el deseo de venganza.
Desde lo valores técnicos la producción es “casi” impecable. La dirección de arte, la recreación de época, en este sentido el manejo de la luz, las elección de las posiciones de cámara y sus movimientos, sobre todo mientras dura el encierro, asimismo el diseño de sonido y la misma banda sonora que el responsable la hace jugar como elemento de progresión dramática.
Pero todo esto no alcanza. Pues los desniveles narrativos, estéticos, estilísticos desde lo coreográfico, caen por no terminar de definirse y van en desmedro del producto en general.