Hay películas que son imposibles. Esta Oldboy es una de ellas. Se trata de la remake del film homónimo del coreano Park Chan-wook, que funcionó bastante bien en la Argentina a pesar de su origen. La historia es muy enrevesada: un hombre es secuestrado y embrutecido durante quince años, sin saber por qué. Al salir, buscará entender qué le ha sucedido y, claro, venganza. Pero las cosas se complican mucho más y poco a poco, después de la acción y la violencia, derivan hacia el melodrama. La cantidad de elementos es tan dispar que requieren de una gran convicción y, sobre todo, una idea muy sólida que los integre. Spike Lee, un realizador dotado pero dispar, que es capaz de grandes películas como Haz lo correcto, La hora 25 o El plan perfecto, y también de cosas horribles como El juego sagrado o El verano de Sam, evidentemente, no tiene demasiado interés en el material de base, y se limita a dirigir a sus actores, disponer de las situaciones de modo más o menos mecánico de modo que la historia pueda seguirse, e intentar que Josh Brolin saque las papas del fuego. Ni siquiera la reconstrucción de aquel gran plano (un hombre y una maza contra una multitud) llega a provocar algo de electricidad en el espectador. Un film imposible, pues, porque se basa en una escritura demasiado personal, en un estilo único que no puede reproducirse sin caer en la fotocopia deslucida que pierde su fuerza a medida que pasa el tiempo. Por algo Spielberg declinó realizarla cuando tuvo la oportunidad.