“OLDBOY”: La venganza en versión yanqui.
Para entender y apreciar este cine hay que pensarlo sí o sí como un negocio. La productora encuentra una historia excelentemente escrita, la adapta, consigue algunos actores de renombre para poner en el cartel y con la ayuda de un director que tenga experiencia en manejar el suspenso, la acción y el drama, la película será taquillera. En este sentido, la creatividad y la originalidad dejan de tener importancia, pero no por eso estamos en presencia de una película mala. El guion, a pesar de sus retoques, es sin lugar a dudas el que manda.
Spike Lee, el director de ‘25th Hour’, nos presenta ‘Oldboy’, la remake del film homónimo surcoreano lanzado en el 2003. La película estrenada el año pasado en los Estados Unidos pero que recién llega a nuestro país, cuenta la historia de Joe Doucett, un ejecutivo publicitario interpretado por un fornido Josh Brolin (el que encuentra el maletín en ‘No country for old man’), quien se despierta cerca del inicio de la historia sin escapatoria en una habitación. Prácticamente sin contacto con el exterior, con un póster de un botones de hotel de raza negra, un televisor antiguo con contenido que no puede controlar, una cama de dos plazas y la comida del barrio chino que le sirven repetidamente cada día, pasará 20 años encerrado sin saber nada ni siquiera de su familia.
Más tarde, ya fugándose y descubriendo el siglo XXI, conocerá a Marie, una joven y simpática mujer llevada a cargo por Elizabeth Olsen (protagonista de la última ‘Godzilla’), con la que buscará obsesiva y desesperadamente al responsable de su secuestro con el objetivo de saciar su sed de venganza. Con el correr de los minutos, se irá dando cuenta de que forma parte de una malévola conspiración.
Respecto a la comparación con el guión original, se puede decir que se incluyeron algunas escenas, se modificaron y quitaron otras muy dramáticas y se agregaron algunas frases claves. Hay una escena imperdible en la que Samuel L. Jackson –nada más y nada menos- es víctima de un sufrimiento absoluto (similar al que sufre el muchacho de ‘Hard Candy’). Además, esta nueva versión cuenta con algunos toques típicos de los estadounidenses, como el bullying y el reality show.
Por otro lado, hay una excelente secuencia, incluida en las dos versiones, en la que el protagonista pelea desarmado contra un sinfín de hombres violentos. Las dos son muy distintas pero es muy difícil elegir entre una de ellas. Sin embargo, lo que resulta extraño de la norteamericana, y le hace perder un poco de verosimilitud, es que nadie tiene una pistola a mano para matarlo, cuando sabemos muy bien que allá las armas de fuego se consiguen sencillamente. Otro pequeño error que llamó la atención es que el protagonista se despierta en el exterior con un smartphone y cuando lo llaman sabe perfectamente cómo atender usando el touch screen. Dato curioso.
En resumen, esta película está pensada más que nada para aquellas personas que no pueden tolerar la acción de darle play en sus casas a una película en idioma coreano. De todas formas, si ya viste la original, que es diez veces más imperdible que ésta, estás invitado a verla, aunque de todas maneras el impacto te será leve comparado a los que la ven por primera vez, ya que seguramente puedas anticipar todo lo que suceda, que es lo más jugoso de todo este relato. Nadie debería morir sin haber visto antes este thriller.