Los juegos del gato y el ratón siempre han sido atrayentes para el cine, y más cuando ni el gato ni el ratón son seres totalmente limpios. De eso se trata Omisión, ópera prima de Marcelo Paez Cubells, un policial de fórmula, estructurado de manera clásica, y muy efectivo.
Paez Cubells tiene experiencia previa en la escritura de guiones, y eso se nota en esta película construida como un rompecabezas en el que las piezas están ahí para que el espectador las una.
El protagonista es el Padre Santiago Murray (Gonzalo Heredia) que vuelve de Europa a su barrio de la infancia tras un pasado que ya desde el principio de adivina marginal.
Murray es el típico sacerdote “amigo”, aquel que rompe alguna regla de protocolo para acercarse a los jóvenes con problemas y tratar de traerlos al rebaño. Por eso se mantiene ante la tutela y la mirada de cerca (con cierto desconfío) de su superior encarnado por Lorenzo Quinteros.
En una de las primeras misas que oficia casi a modo de prueba, un hombre se acerca a comulgar y a dar confesión; se trata de un asesino que además de confesar su crimen la adelanta las próximas muertes. Desde un primer momento sabemos lo que no sabe Murray, que se trata de Patricio Branca (Carlos Belloso), un psicólogo, de altas influencias, que, a su manera, intentará limpiar a la sociedad de los pecadores.
El tiempo corre, las muertes continúan y Santiago se debate entre su deber como sacerdote y preservar el secreto de confesión, o su conciencia que le pide actuar para terminar con semejante atrocidad. Es ahí, en ese juego detectivesco, en donde entra la tercer arista del diagrama, Clara (Eleonora Wexler), fiscal a cargo de la investigación de los asesinatos y ex pareja de Santiago a quien sospechosamente ve una y otra vez en las escenas de los crímenes.
Paez Cubells supo rodearse de un sólido equipo técnico que acompaña comodante la estructura del guión. No hay grandes novedades, ni enormes hallazgos, pero la tensión asfixiante que desarrolla minuto a minuto la historia se plasma muy bien en una fotografía oscura, seca, casi de clima de putrefacción; con planos cortos que buscan el shock inmediato.
Si el argumento no deslumbra en su originalidad, si complace en mantener al espectador interesado y atrapado desde el primer momento y sin soltarlo hasta el final, los personajes tienen más de una cara y eso hace que desde el guión ya se sientan reales.
En cuanto a las actuaciones, si bien Heredia no llena enteramente su traje de protagónico cuenta con el típico carisma televisivo que le permite tapar algún bache. El resto del elenco luce realmente convicente y con interpretaciones más que logradas, Belloso compone a un psicópata capaz de cambiar sus modos de amable a tétrico con una simple mirada. Wexler vuelve a demostrar que no hay rol que le quede grande, si su personaje no tiene la suficiente presencia en el guión, ella se adueña de cada una de sus escenas con firmeza y a la vez fragilidad. También es de remarcar la actuación de María Fernanda Callejón, una actriz que ya demostró varias veces ser mucho más que una bomba sexual y que puede estar a la altura de interpretar roles complejos como el de esta película estando cómodamente a la altura de las circunstancias.
El mayor mérito de Omisión es sencillamente no parecer una ópera prima, el profesionalismo con el que todos los rubros son jugados mejoran considerablemente una historia de policial clásico. Quizás recuerde algún título clásico del género en nuestra filmografía nacional; una muestra de que no siempre se tiene que indagar en terrenos nuevos para conseguir óptimos resultados, a veces, el secreto está en volver a las fuentes.