Confesiones eran las de antes
Curas atrapados por confesiones de mala leche que los dejan en la lista de sospechosos y hasta los obligan a pagar culpas ajenas, el cine tiene varios, desde Arturo de Córdova en "El secreto del sacerdote" (antes de conocer a Zully Moreno) hasta Carlos Estrada en "Angustia de un secreto" (variante de "Labios sellados", de Fernando de Fuentes), pasando por Montgomery Clift en "Mi secreto me condena", de Alfred Hitchcock. Dos cosas llamaban la atención en esas películas: la intriga de saber hasta dónde arriesgarán su vida estos hombres de Dios, y la facha que tienen. Son todos pintones.
Gonzalo Heredia cumple con la pauta. Es fachero, hace de cura, y su personaje está metido en un doble berenjenal. Alguien le confesó sus crímenes. Si lo denuncia, comete pecado contra el secreto de confesión. Si no lo denuncia, comete pecado de omisión, que en este caso lo hará cómplice, porque el tipo piensa seguir haciendo desastres. Caramba, si el otro dijo lo suyo pero no está arrepentido ni piensa enmendarse, ¿qué valor religioso tendrá esa confesión? Habría que averiguarlo.
El asunto es que hay un asesino suelto en la parroquia. Es un raro moralista, de profesión psiquiatra, que aplica un tratamiento no convencional y decididamente definitivo para los traumas de varias señoras y señoritas, y señores también. ¿Por qué aflige al curita contándole sus cosas? Ahí va lo más interesante, porque hay otra forma de entender eso de la omisión. Y porque el loco es un resentido de aquellos, encima prejuicioso, se cree que los curas son todos hipócritas y cobardes, etc.
La cosa se complica, se enriquece y se aclara a medida que vamos entendiendo el pasado y las motivaciones de cada personaje. El planteo es bueno, pero varios descuidos y efectismos y un desarrollo desprolijo, dificultan mayores logros. El momento decisivo, tras mucho estiramiento, se cierra en forma abrupta, impidiendo que el público aprecie lo suficiente el desconcierto moral de uno de los personajes claves. Tampoco es muy realista: el curita anda en una regia camioneta, la deja con la puerta abierta y cuando vuelve la camioneta todavía está donde la dejó. Señalable música de Osvaldo Montes, entretenida actuación de Carlos Belloso (otro loco para su colección), rodaje en Piedrabuena.