Santos pecados
Luego de estar diez años en Europa, Santiago (Gonzalo Heredia) regresa a su barrio convertido en sacerdote. Ahora es un hombre muy diferente al joven que era cuando se fue. Algo en su pasado lo hizo alejarse, algo que influyó en su decisión de convertirse en cura, pero ha vuelto para cumplir su deseo de ayudar a la gente carenciada de la zona.
Todo parece bastante encaminado en su vida, hasta que un personaje extraño llega a su confesionario para decirle que ha cometido un crimen. A partir de entonces el sacerdote se encuentra entre la espada y la pared, no puede revelar un secreto de confesión, pero si no hiciera nada estaría pecando de omisión. Es cuando comienza a investigar y a tratar de detener a este asesino. Los crímenes tienen algo en común, y Santiago debe descifrar ese laberinto, antes de que sea demasiado tarde.
Con un guión correcto y el argumento de un thriller clásico, la historia pierde tensión y credibilidad a medida que avanza. Si bien la trama es interesante, y en el comienzo logra un clima de suspenso bastante intenso, la falla está en la construcción de los personajes; ninguno de ellos es creíble, no terminamos de entender ni de creer sus conflictos, ni los motivos de sus actos. Sumado a eso, los diálogos acartonados logran que perdamos interés en la historia, y por más que el final tenga un giro interesante, para entonces la película ya se ha hecho demasiado larga.
Tanto Eleonora Wexler como Carlos Belloso están muy bien en sus roles, pero el protagónico le queda demasiado grande a Gonzalo Heredia. Su interpretación de un hombre torturado por el pasado le resta aún mas credibilidad a la historia.