Como a Angelina Jolie ( Lara Croft: Tomb Raider), Scarlett Johansson ( Lucy), Charlize Theron ( Atómica) y muchas otras estrellas de Hollywood, a Jennifer Lawrence le llegó la oportunidad de ser una espía implacable, una mujer de armas tomar, una heroína de acción. Y lo hace de la mano de otro Lawrence (Francis), quien ya la había dirigido en las tres últimas entregas de la saga Los juegos del hambre.
Lawrence (Jennifer) es Dominika Egorova, una primera bailarina del Bolshoi que sufre una grave lesión. Con su madre (Joely Richardson) postrada y ante la perspectiva de quedarse sin el departamento que le otorga el Estado, acepta la propuesta de su tío (Matthias Schoenaerts) de convertirse en una agente entrenada para seducir, manipular y engañar a eventuales enemigos.
El film -narrado con pulso seguro por el realizador de Soy leyenda- remite por sus innumerables vueltas de tuerca a las trasposiciones de novelas de John le Carré, pero -claro- en este caso potenciado con buenas dosis de erotismo y provocación. En este juego de gato y ratón nada es lo que parece y, si bien los múltiples giros argumentales que nos pasean por Moscú, Budapest, Londres y Viena pueden marear un poco al espectador, la solvencia del director y la categoría de un elenco plagado de grandes intérpretes (Joel Edgerton, Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Ciarán Hinds, Jeremy Irons) terminan convirtiéndolo en un digno exponente de género.