A pocos meses de estrenarse Atómica, en la que Charlize Theron interpretaba una agente británica que se abría paso por una Berlín de cómic a puño y patada limpia, ahora tenemos la que podríamos considerar la versión más seria y solemne de esa película, Operación Red Sparrow. La heroína aquí no es una experta en el combate y las artes marciales sino una exbailarina rusa devenida agente gubernamental que debe utilizar su belleza y su capacidad de seducción para sobrevivir en el mundo del espionaje internacional.
“A partir de ahora sus cuerpos pertenecen al Estado”, proclama a un grupo de aspirantes a espías una Charlotte Rampling con rostro gélido y parco. Dejando en claro que para el Hollywood actual la Guerra Fría esta más activa que nunca dadas las recientes tensiones entre Estados Unidos y Rusia, Operación Red Sparrow se vale de los climas helados de Moscú para ofrecer un relato (que tranquilamente podría haber sido adaptado de una novela de John Le Carré) en el que tanto la CIA como la inteligencia rusa utilizan a sus “topos” como piezas de un complejo juego de ajedrez en el que no faltaran traiciones, engaños y giros de último minuto. En el centro del relato está Dominika, quien tras un grave accidente en pleno ballet se ve obligada a formar parte de un programa del gobierno en el que se le enseñará a despojarse de todo tipo de humanidad y a hacer de su cuerpo y de su sexualidad un arma para cumplir los objetivos de la madre patria. Colocados en la piel de Jennifer Lawrence, veremos con sus ojos el proceso de deshumanización de Dominika y sus intentos para sobrevivir en un ambiente hostil en el que los hombres siguen siendo quienes imparten las órdenes y deciden el destino del mundo.
El director Francis Lawrence se encarga de hacer pasar a su criatura por todos los estados emocionales posibles: la muestra desnuda bajo una serie de terribles torturas y la filma de la forma más erótica posible, vistiendo un traje de baño sexy para atraer a un agente de la CIA o un vestido escotado para seducir y engañar a un político corrupto. Pero si bien Lawrence actriz exhibe la vulnerabilidad de Dominika escondida detrás del disfraz de femme fatale, Lawrence director no llega a estar a la altura de su musa: se toma muy en serio la intriga con una puesta en escena solemne (fotografía opaca y óperas de fondo para marcar la importancia de lo que se cuenta) y con demasiadas vueltas de tuerca de guion sobre el final (un problema que también tenía Atómica). Aun así, es saludable para el mainstream hollywoodense un film que no reniegue del sexo ni de los desnudos (masculinos como femeninos) para construir un relato de espías desconcertante y entretenido, aunque uno no puede dejar de pensar lo que podría haber sido Operación Red Sparrow en manos de un auténtico maestro del thriller erótico como Paul Verhoeven.