Si bien el género de espionaje tiene más años en la historia del cine de los que realmente aparenta, fue precisamente durante la Guerra Fría que creó a sus arquetipos más identificables. Aunque basada en una novela de alguien con sendas vivencias de ese periodo, Red Sparrow toma el modelo, intentando darle un molde más dramático y no tan aventurero, incluso si las promesas que hace se vuelven difíciles de cumplir.
El Cisne Rojo
Dominika Egorova es la prima ballerina del Ballet Bolshoi, una vocación y un trabajo que le permiten mantener a su madre, quien se encuentra en un estado de salud delicado. Todo esto es puesto en riesgo cuando en plena función su compañero de baile le daña accidentalmente la pierna, impidiéndole permanentemente el poder bailar. Es aquí donde su tío, un jerarca del servicio de inteligencia ruso, le ofrece una solución a su problema: ser una Sparrow, alguien que se vale de su cuerpo como arma para obtener secretos de facciones extranjeras. No obstante, el entrenamiento y sobre todo su primera misión, probarán ser más desafiantes de lo que ella esperaba.
Red Sparrow propone ideas interesantes tales como que “todos somos un rompecabezas de necesidad” o que esta es una historia de empoderamiento sobre cómo Dominika le hace frente a todos los hombres que tienen o desean tener poder sobre ella. Pero ese es el punto, son ideas; de ahí a una ejecución apropiada ya es harina de otro costal.
Acá lo que tenemos son dos películas: una de 50 minutos que es el entrenamiento de Sparrow del personaje, y otra de 90 que es la misión de espionaje en si misma. La motivación del personaje es clara; el problema es cómo lo mueven de un punto a otro. El conflicto debe estar siempre presente, pero entre la longitud del metraje, el tedio con que se desarrolla, y el divague de los objetivos narrativos, terminan por convertir este conflicto válido en algo olvidado, cuando no una mera excusa.
Como la gran mayoría de las películas de espionaje el tema es el de la confianza, aunque no consiguen ese clima de incertidumbre que le impida al espectador confiar en ningún personaje. Aparte de que intenta, con no muy buenos resultados, establecer giros sorpresivos, los cuales generan una completa indiferencia.
Si bien se tiran tiros, esto es más una película de intrigas que de otra cosa. Son muy pocos los momentos de verdadera tensión y aún menos las escenas que le resultarán al espectador verdaderamente incómodas por su contenido. En particular una escena donde un hombre es despellejado con un aparato aplicado a dichos fines, y una escena de desnudo que tiene lugar en un aula repleta de personas.
Red Sparrow se estuvo vendiendo prometiendo un coctel intenso de sexo y violencia. Una propuesta arriesgada para una película de estudio y protagonizada por una estrella de renombre, sobre todo considerando que estamos en tiempos donde algo así podría recibir un tamaño repudio. Pero los hechos concretos son otra cosa. Prometieron exceso y entregaron suficiencia. No significa que la película en ningún momento empuje los límites. Lo hace, pero ese es el punto: sólo en lo suficiente. Después de todo no es un film serie B, sexploitation o slasher. La sutileza nunca es un problema. El problema es vender una cosa por otra.
En materia actoral, podemos decir con seguridad que este es uno de los papeles más jugados de la carrera de Jennifer Lawrence. La actriz puso el cuerpo como pocas veces lo hizo. Aunque en honor a la verdad, el endeble desarrollo de personaje que le otorga el guion lamentablemente no la ayuda, lo que sumado al forzado acento ruso acaba por echar por tierra las pocas buenas intenciones que su interpretación tenía para ofrecer. Joel Edgerton provee un acompañamiento apropiado, mientras que Jeremy Irons está en un piloto automático que no suscita muchas emociones.
En materia técnica tenemos una prolija propuesta fotográfica y de diseño de producción. El realizador Francis Lawrence sabe cómo crear un clima, pero lamentablemente la falta de ritmo en el montaje no lo ayuda y consigue que sus 140 minutos de duración, aunque claramente segmentados, pesen y mucho en la paciencia del espectador.
Conclusión
Una propuesta de espionaje que apenas cumple con sus promesas de arriesgar en el tono, mientras que como narración repta y tropieza. Aunque tiene una protagonista que parece persistir con salirse de su zona de confort, por loables que sean sus intenciones, no bastan para salvar a Red Sparrow de la zozobra.