Alas de libertad
En su ¡30ª! película, el Perro asegura “volver a las fuentes”, aunque eso sólo se percibe en los dispositivos que utiliza y en ciertas decisiones estéticas que toma: imágenes en blanco y negro con bastante grano (o pixelado) y pantalla 4:3 (casi cuadrada). Por supuesto, sigue en el Oeste del conurbano, se ocupa de los jóvenes y -como en 180 grados- el skate ocupa un lugar importante. Hasta allí las “semejanzas” que se pueden establecer.
Es que P3ND3JO5 nos muestra a un Perrone siempre en mutación, probando, experimentando, intentando no encasillarse, buscando cambiar. Algo sano para cualquier artista, pero sobre todo viniendo de un director que ya ha pasado los 60 años y tiene muchas condecoraciones ganadas.
Creador -en general- de películas cortas (suelen durar poco más de una hora), aquí opta por 157 minutos para concebir una narración en varios actos (episodios), con múltiples personajes (los pendejos/adolescentes del título) que apuesta como nunca a la experimentación visual y sonora, a la sensorialidad, a un cine no-narrativo. P3ND3JO5 es un musical sin diálogos (con intertítulos propios del período silente), una tragedia suburbana y, sobre todo, un trip dominado por las imágenes de skate y la permanente banda sonora (excelente combinación entre mucha cumbia electrónica con un poco de ópera y hasta algún tema de Los Violadores) concebida por el colectivo Nomenombres Wey encabezado por el productor DJ Negro Dub. Lo popular y lo “culto” conviviendo con absoluta armonía y desparpajo.
En principio, debo admitir que la experiencia se me hizo un poco tortuosa y creo que no hacían faltan los 157 minutos, pero ahora que escribo (varias horas después de la proyección matinal en el BAFICI) siento que la película va creciendo. En primera instancia, Perrone parece regresar al cine “juvenil” de Gus Van Sant, pero luego el film muta hacia un homenaje a La ley de la calle, de Francis Ford Coppola (las nubes, los personajes fantasmales que se elevan y luego regresan, los policías que persiguen a los pendejos). Sobre la segunda mitad, aparecen las referencias directas a Pier Paolo Pasolini, a Carl Theodor Dreyer (Juana de Arco), y la cosa se pone un poco (sólo un poco) más convencional (léase algo más narrativa).
La película está llena de ideas (algunas muy originales, otras “prestadas”), de hallazgos y también de caprichos. A esta altura de su carrera, Perrone no tiene que pedirle permiso a nadie. Puede ser “larguero”, ambicioso, desmesurado, ampuloso. Algo de eso se percibe en P3ND3JO5, pero también hay un director que se permite “jugar” a y con el cine, que se siente sin ataduras de ningún tipo. Bienvenida sea, entonces, esa libertad creativa.