No es fácil reinventarse a los 60 años y con una carrera que alcanza las 35 películas. Sin embargo, Raúl Perrone lo hizo. Tal vez no haya sido un replanteo existencial ni mucho menos una decisión estratégica. Perrone se reinventó de casualidad, porque un día se “hinchó las pelotas” y empezó a probar cosas. Un paso llevó al siguiente, apareció una especie de sistema y acá está P3ND3J05, la película más radical y bella de su carrera, una elegía musical a la adolescencia, un retrato silente de rostros y lugares, una opera con ritmo de cumbia sobre Ituzaingó.
En P3ND3J05 el universo de Perrone sigue siendo el mismo, sólo que la forma de acercarse se ha modificado de raíz. Si bien a lo largo de su carrera, “El Perro” ha ido alterando la manera de acercarse desde lo formal a los personajes de Ituzaingó que usualmente retrata, aquí se desprende casi por completo de los diálogos, un elemento que siempre fue considerado como central en su cine. P3ND3J05 es una película muda, en blanco y negro, filmada en formato 4:3 (el del cine clásico y de la reciente TABU) y con algunos pocos intertítulos.
El otro elemento clave que lo diferencia no está necesariamente en su duración (si bien 157 minutos es casi el doble de lo normal en su cine), sino en la forma de intervenir el material desde el montaje y la música. Perrone estira y repite sus imágenes, se detiene en rostros por largo rato, sobreimprime materiales y arma secuencias en cámara lenta, como un VJ que manipula pistas y motivos visuales. Y ese universo conceptual lo completa un persistente e hipnótico soundtrack de cumbia electrónica (más algunos aportes de Händel y Puccini), creando algo parecido a una sinfonía trágica en tres actos.
IMG_1257 (2)P3ND3J05 cuenta tres historias modélicas de los suburbios, ligadas al universo de los skaters de Ituzaingó. Pero esas historias se ven del mismo modo en el que se escucha el sonido dub que lo cubre todo: como un eco de otras películas, de otras canciones, de otros tiempos. Las referencias internas y externas (Gus Van Sant, Jim Jarmusch, “La ley de la calle”, etc) siguen estando ahí, pero desarmadas. En cierto sentido, aquí Perrone actúa como un artista de hip-hop: mezcla materiales propios con otros pre-existentes, les da una nueva forma al combinarlos y les agrega una “voz”, una personalidad, una presencia específica.
Hay un fuerte elemento de abstracción en P3ND3J05, como si lo que estuviéramos viendo fuera un juego de sombras chinescas: los protagonistas parecen vivos y muertos a la vez, como fantasmas que han aparecido desde viejos “outtakes” para husmear la vida de los otros (“Los flacos del barrio que murieron andando en skate siguen acá, en el aire”, dice uno de los protagonistas). Sin embargo no deja de ser realista y creíble. Perrone hace una película que es puro gesto, puro rostro, pura poesía audiovisual (Dreyer y Pasolini no suenan excesivas como referencias), pero nunca pierde de vista que el mundo que muestra existe allá afuera.
En cierto sentido, uno puede pensar que P3ND3J05 marca un retorno a los orígenes de Perrone, un intento de desconfiar un poco de las palabras y poner toda la verdad en las imágenes, en la poesía que surge del acto de observar el mundo y de traducirlo en eso que llamamos Cine. Es por eso, tal vez, que las excelentes fotos fijas de la película generan un efecto tremendamente evocativo en cualquiera que haya visto el filme. Es como si estuvieran vivas, como si de ellas pudieran desprenderse los personajes y la música para meterse entre nosotros, en nuestras vidas de acá afuera y seguir respirando.