Juventud divino tesoro
La película número treinta de Raúl Perrone se estructura en tres actos y una coda a la manera de una ópera y, en gran parte, es también el universo musical el que revitaliza emotivamente la sucesión de sus planos. P3ND3JO5 rescata características del cine primitivo como el uso del blanco y negro, las placas de diálogos y los mezcla con la ralentización de las acciones, planos extensos o yuxtapuestos y el naturalismo de la Ituzaingó natal del director, esa de la que emergen estos pendejos que adolecen sobre un skate.
Todo en ella es magnánimo, gigante, sagrado. Lo que podría parecer un abuso de los primeros planos se percibe como un ritual: los rostros, encuadrados o no, y su claroscuro se transforman en una oda a los pequeños gestos cotidianos, totalmente imperceptibles si no fuera por el uso de la cámara lenta. Así, los personajes dejan de ser comunes y se camuflan con la iconografía de santos, vírgenes o mártires…y sí, la adolescencia es trágica. En relación a esto, no es casual que una de las citas a la historia del cine en esta película sea la Juana de Arco pergeñada por Dreyer.
Quizás tampoco es una casualidad ese primer plano del revólver que recuerda mucho al de El nacimiento de una nación de Griffith, film que no sólo sistematiza todos los recursos narrativos sino que descompone una acción muy breve extendiéndola en el tiempo, un recurso central en P3ND3JO5. Hay otras referencias cinéfilas, pero la más divertida es aquella que emula en clave nacional la escena del concierto de los Yardbirds con Jimmy Page y Jeff Beck en Blow-Up de Antonioni, aunque Perrone suplanta el clavijero de la guitarra por un anacrónico disco de pasta.
En la película el sonido y la música están utilizados de una manera muy particular ya que ambos elementos en vez de funcionar como un ornamento de la imagen se ubican a su misma altura y la completan. No se usa un sonido ambiente que ilustra los ruidos que podrían existir en ese plano sino un sonido extradiegético (o no tanto) que es el repiqueteo de los skates sobre la pista de patinaje. La música clásica y la cumbia, un híbrido entre lo académico y lo popular, ejemplifica la pacífica convivencia entre los opuestos y además acompaña el clímax de algunas escenas, como aquella en la que los pibes, con una estética muy propia del videoclip, toman carrera para tirarse sobre los colchones una y otra vez.
Las tres historias son mínimas, simples. Y los pocos diálogos que hay en ellas se subtitulan manteniendo total fidelidad con el dialecto adolescente. Lo interesante de P3ND3JO5 está a un nivel que no es el temático sino el formal, aunque la radicalidad y dulzura con la que está filmada se exprese en todos los aspectos de la película. Un gran amor por la imagen y sus misteriosos poderes son la garantía de un cine que vale la pena.