¿Cuánto realmente conocemos de nuestro lugar en el mundo?
En el género documental no hay demasiado por descubrir en términos narrativos. Cuando se intenta pasar la frontera del objetivo por el cual se documenta algo, en primer lugar se puede caer en el híbrido (hoy mal llamado docu-ficción) o directamente perder el sentido. En cambio, sí hay mucho por descubrir en términos estéticos. En este punto es donde los documentalistas como Mathieu Orcel o Sylvain George con la magnífica “Figuras de la guerra” (2011), y el propio Werner Herzog marcan la diferencia. A ellos evidentemente no les alcanza con entrevistar gente y asumen el desafío de meterse de lleno en aquello que buscan revelar superando con creces el rótulo de cronistas.
“Para los pobres, piedras” es una realización que se adentra en el corazón de una comunidad Wichi. Una profunda contemplación permite al director comprometerse con su material a niveles introspectivos. Él y su equipo estuvieron maá de tres años conociendo lugares, viviendo costumbres, adoptando idiomas… luego uno entiende por qué un encuadre a una hora determinada es muy distinto de otro, pero esas decisiones a la hora de compaginar sólo se pueden tomar luego de una profunda observación, no del material filmado, sino de la vida.
Así, cada cuadro de la película cuenta tanto una parte del presente como del pasado, logrando meter al espectador en la situación de estos verdaderos dueños de la tierra.
“Para los pobres, piedras” ante todo permite tomarse el tiempo para en pocos minutos entender cuál es el ritmo propuesto y por qué es tan importante dejarse llevar por la propuesta. La fabulosa dirección de fotografía, lejos de buscar la postal, también crea climas propios en los momentos del día en los que la banda sonora de la naturaleza deja paso a un silencio atronador. Como si el mundo estuviera en pausa.
Por todo esto y por lo registrado en imágenes, el francés (radicado en Argentina hace una década) Mathieu Orcel deja de lado toda posibilidad de clasificar su obra como una mirada “desde afuera”. Por el contrario, más bien ofrece una mirada como para que los que estamos adentro de este país nos preguntemos cuánto conocemos realmente de nuestro lugar en el mundo. Algo parecido sucedía con “El etnógrafo” (2012) estrenada este año. En todo caso, ambas, con distintos estilos, son imperdibles.