Mucho se ha hablado desde los medios de comunicación, desde la sociología, y desde el arte mismo, sobre la paranoia de las masas.
Partiendo de una premisa interesante, Parabellum apunta a ser un ejercicio sobre aquella paranoia que muchas veces no tiene raciocinio lógico.
No hay demasiado para desarrollar. Estando en su oficina, Hernán, un hombre de existencia gris, escucha por la radio sobre un frenesí que lleva a saqueos en la Ciudad de Córdoba.
Acto seguido, sin demasiadas explicaciones y sin que el ambiente tampoco parezca apocalíptico, el hombre ingresa a una suerte de campo de entrenamiento militar en la zona del Tigre.
Lo que sigue es la observación de ese entrenamiento, en donde todos, alumnos y profesores, se comportan de un modo extraño, absurdo.
El realizador Lukas Valenta Rinner toma decisiones arriesgadas. La información es retaceada, nunca se nos aclara qué es lo que sucede, cuál es la amenaza; básicamente por qué todos actúan de ese modo, o a qué hay que temerle. Solamente se aprecian unos ruidos de golpes o impactos externos.
Es el instinto básico que se despierta, pareciera no importar por qué, ¿será realmente tan grave? La paranoia puede hacernos llegar a extremos sin sentido, no lo sabemos.
Si bien esta incertidumbre hace que el espectador tenga que rellenar los espacios vacíos con lo que uno cree que puede suceder, hay una idea precisa en Parabellum; no importa si el peligro es real o no, importa las consecuencias que la sensación de peligro inminente nos puede acarrear.
Valenta Rinner opta por jugar su propuesta en los bordes del thriller, pero adentrando en un grotesco, a veces no del todo nivelado. Nuevamente, se busca demostrar a dónde se puede llegar en base a la instalación del miedo externo. Los personajes tienen conductas grotescas, irracionales, cercanas a la sátira. Posiblemente, el lugar al que el director pretendía arribar sea este último; pero el tono elegido es demasiado árido, serio, seco.
Allí radica lo escabroso en la propuesta que se nos entrega, el juego de tonos escogido. Pese a su escasa duración, en varios tramos no consigue mantener el interés, lo que conlleva que su claro mensaje o ironía sobre la persecución, termine perdiéndose. No hay una clara evolución de los personajes, ni desarrollos con características marcadas. Lo que se cuenta ocupa menos de la primera media hora, y luego solo queda observar lo ya establecido, profundizar sobre el delirio al que lleva la paranoia (con un logrado y contundente mensaje) hasta arribar a una conclusión algo apurada.
Técnicamente correcta; se nota cierto ascetismo desde la paleta de colores y una fotografía pálida y casi monocromática, en conjunto con el ritmo de lo sucedido, enfatizando el espíritu y el ánimo de la situación y los personajes. La búsqueda permanente pareciera ser opacar cualquier intento de pensamiento diferente dentro del campo entre los personajes, algo que en la práctica es utilizado.
El conjunto interpretativo se resiente en tonos exagerados, quizás necesarios, impuestos desde el guión.
Hay ideas claras en Parabellum, se entiende a dónde desea arribar, y estemos de acuerdo con sus conceptos. Pero el camino que transita para llegar a ellos no es del todo logrado. Se entiende la falta de recursos y que estamos ante una propuesta modesta (la cual transitó un camino de dos años hasta logra su estreno comercial). Pero en comparación con otros productos en iguales condiciones, no se nota un tono definido, un impulso hacia el espectador para mantenerlo atento hasta el final.
Sobre el balance, prevalece lo positivo de una propuesta contundente, llamativa, de un tratamiento diferente y mantener la propuesta con las mismas ideas durante todo el trayecto.
De nobles intenciones, Parabellum quizás sirva para descubrir a un realizador con interesantes inquietudes, al que no puede negársele la garra para tratar con una premisa arriesgada y dstinta, con cierta congruencia para la narración estética, y que en próximos proyectos probablemente redondee un producto prolijo y atrayente, las ideas están.