Una inyección de vitalidad en el trabajo
Retrato de una fábrica de agujas hipodérmicas de Boston que prioriza a empleados de más de 70 años.
Cuando se habla de los “viejos” se suele caer en dos tipos de comentarios contrapuestos: uno es aquel que sostiene que hay que escucharlos porque “son la voz de la experiencia”; el otro –cruel y despectivo– es que están en la última etapa del ciclo vital y, por lo tanto, “hay que desestimar sus opiniones”. Nada más alejado de esta última visión es lo que sucede en la fábrica Vita Needle CO, ubicada en la ciudad estadounidense de Needham, en las afueras de Boston. Desde hace varios años, su presidente, Fred Hartmann, decidió darles empleo a los “viejos”: su industria de agujas hipodérmicas tiene empleadas a 35 personas de la tercera edad, y el promedio de sus empleados es de 74 años. Puede asegurarse, entonces, que esta empresa no sólo tiene en cuenta lo que los “viejos” pueden decir, sino lo que son capaces de hacer, demostrando que la cercanía de la muerte no anula sus potencialidades productivas. Y el mentor de este proyecto valoriza la figura de los abuelos como personas activas que todavía pueden brindar mucho.
Sobre esta fábrica posó su mirada el director polaco Bertram Verhaag (cuya carrera cinematográfica la hizo en Alemania) en el documental Pensioners Inc., tercera entrega del ciclo “El documental del mes”, organizado por la compañía española Parallel 40. Verhaag se metió con su cámara en la intimidad de Vita Needle CO y registró no sólo el proceso de trabajo de sus empleados –algunos de los cuales superan los noventa años–, sino también la consolidación del grupo humano que se creó en esa fábrica. Allí, muchos opinan que en otros sitios se sienten desplazados porque tienen que interactuar con personas de otras edades pero que, en este caso, formaron una gran familia, cuyos integrantes –ya sean patrones o compañeros– son comprensivos entre sí y brindan contención cuando alguien la necesita. Y las tareas están flexibilizadas en el buen sentido, y no con el concepto que acuñó el capitalismo en los últimos años sobre la actividad laboral. Así lo demuestra Rosa, de 96 años, quien dice: “No tenés que pasarte el día haciendo lo mismo. Si no tenés ganas, simplemente lo decís”. El registro de Verhaag da cuenta de la modalidad de funcionamiento de Vita Needle CO: no se despiden empleados ni tampoco se los obliga a jubilarse. Su cámara funciona como un testigo que permite conocer, en algunos casos, testimonios de la vida de quienes allí trabajan y, en otros, hasta el más pequeño detalle del proceso de elaboración del producto. La imagen muestra manos curtidas y arrugadas pero que siguen siendo útiles a la sociedad.
El documentalista deja en claro que este tipo de fábrica es un oasis en el corazón del capitalismo: cuanto más salvaje se vuelve el sistema y a más personas expulsa del mercado de trabajo, hay alguien que puede aunar los sentimientos con la razón, algo poco usual –por no decir imposible– en la mente de los empresarios. Pensioners Inc. presenta en sociedad a un empresario que no se rige solamente por la rentabilidad económica, sino que considera que cualquier proyecto industrial y comercial debe ir acompañado de una ganancia humanitaria que muy pocos tienen en cuenta.
Si bien no ofrece grandes aportes estéticos, el principal rasgo positivo de este documental –que podría verse por televisión sin que el espectador se pierda nada– es el retrato de estas personas y de este universo, casi incomprensible hoy en día. “Yo creo que trabajando aquí me alejo de la muerte”, dice uno de los empleados, dándole contenido emocional a su labor. En ese sentido, Pensioners Inc. deja planteado el siguiente interrogante: ¿es posible que se sostenga el funcionamiento a largo plazo de una estructura industrial de estas características en este sistema? Y a niveles más profundos, ¿es posible, entonces, un mundo mejor? La respuesta la da el propio documental.