En las adaptaciones se corren riesgos: romper la esencia de la historia original, elegir un casting inapropiado o, directamente, destrozar la reversión de un buen material preexistente. La gran pregunta es: ¿hace falta volver a filmar una historia que ya se contó en otro idioma de manera exquisita?
El caso de la flamante Perfectos desconocidos, dirigida por el español Alex de la Iglesia, tiene condimentos para analizar desde distintos ángulos.
La versión original de esta comedia negra es Perfetti sconosciuti, una película de factura italiana, dirigida en 2016 por Paolo Genovese. De la Iglesia tomó el guion original y le hizo sutiles modificaciones (que en algunos casos hasta torcieron el hilo y el destino de algunos personajes).
Aunque las comparaciones son siempre odiosas, hay que decir que la apuesta española es más caricaturesca, pero mantiene casi intacta la trama central: cuatro parejas de amigos se juntan a cenar y deciden llevar adelante un juego: hasta que se levanten de la mesa, los celulares estarán abiertos para que todos puedan leer las notificaciones y escuchar en altavoz las llamadas.
Aunque inocente, el pacto conlleva una serie de riesgos que comienzan a poner en evidencia a los personajes, de quienes empezamos a conocer detalles y antecedentes que sobresaltan.
Casi toda la película transcurre en torno a esa mesa en la que la tensión y los malos entendidos llevarán al film a un clímax con sorpresas.
Algunos actores dentro del casting convocado por Alex de la Iglesia están centrados, aunque otros (por caso Ernesto Alterio y Eduardo Noriega) se salen de registro y rozan la parodia, aunque no llegan a poner en riesgo la historia completa.
En nuestro país tenemos antecedentes de fallas estrepitosas en materia de adaptación, como lo ocurrido con El secreto de sus ojos, que terminó opacada con una versión norteamericana paupérrima, o el de Nueve reinas, que corrió similar suerte.
En una reversión se corre el riesgo de convertir una buena propuesta en un remedio genérico para el aburrimiento. Los espectadores que se toman el trabajo de ver “original y copia”, suelen ser lapidarios.
Pero aunque se pueda haber disfrutado mucho (más) la versión original producida en Italia, hay que reconocer que el resultado de Perfectos desconocidos es digno. Y lo confirma el guarismo de los tickets en la taquilla, que ponen a De la Iglesia en el podio de los que la están rompiendo con una copia certificada.