“¿No les gustaría que esta noche pasara algo?”, dice Eva, la psicóloga y dueña de casa, a su marido y a los cinco viejos amigos que han invitado a cenar. Es noche de eclipse, y el desafío de Eva (Belén Rueda) es que todos coloquen sobre la mesa sus teléfonos celulares, y cuando un sonido indique que ingresa un mensaje de texto, un Whatsapp o lo que fuera, lo comparta en voz alta con el resto de los comensales.
¿Ninguno tiene un secreto? ¿Ni uno solo que resguarde de sus amigos, o a su pareja?
Cualquier cosa, la culpa la tiene el celular.
“Va a ser muy divertido”, se acota. “¿Debería preocuparme?”, pregunta Blanca (Dafne Fernández) a su marido. “Para nada”, le suelta. “Es como la ruleta rusa”, grafica mejor otro personaje cuando los mensajes comienzan a llegar a la mesa y hay que dar más explicaciones que las que debería.
Perfectos desconocidos es la remake española de la película homónima italiana estrenada el año pasado en nuestro país. Es una comedia, que a algunos espectadores les caerá dramática, y a otros no tanto, que toma el tema de las redes sociales y la dependencia a ellas. También, la sinceridad, las fantasías sexuales, la homofobia, la fidelidad y -se verá- el sincericidio.
No es, claramente, un juego inocente, y pone en aprietos a más de uno. Pero no a todos.
Es la primera vez que Alex de la Iglesia (El día de la bestia, La comunidad, con la que tiene algún punto en común por lo coral) realiza una remake. Y le ha venido bárbaro, porque el director vasco no estaba teniendo suerte en la taquilla y Perfectos desconocidos se transformó en un exitazo del cine español.
La estructura, si se quiere, es teatral -no se sale del departamento, aunque se pase por distintos ambientes, incluido el balcón aterrazado-, pero el montaje es tan dinámico que uno no cae en ello.
El suspenso, algo que De la Iglesia ha sabido manejar muy bien en toda su carrera, está en la espera de un nuevo mensaje, que corrobore o contradiga lo que los espectadores sabemos y algunos personajes ignoren. El guión, ya en el original italiano, permitía este juego casi participativo. Es como convertirse en un voyeurista, es un filme que nos habla de nuestra conexión con los otros en plena revolución tecnológica, y cómo ésta nos puede modificar, al margen de engaños o confianzas traicionadas.
Hay algunos cambios que no develaremos e, igual que en el filme de Paolo Genovese, muy buenas interpretaciones. Todos están impecables: Eduard Fernández (el marido de Eva), Ernesto Alterio y la colombiana Juana Acosta (que son marido y mujer también en la vida real), Eduardo Noriega y Dafne Fernández, y Pepón Nieto.
“Qué mierda de noche”, resume alguien casi al finalizar la película. Desde la platea se aprecia lo contrario.