Desde hace ya varios años se produce en la ciudad de Rosario un extraño fenómeno que pareciera no tener explicación. Los perros sin ningún motivo aparente se arrojan al vacío, desde los 10 metros de altura que posee la explanada del Parque España, encontrando así una muerte casi segura. En éste sentido, el director parte de este hecho real para narrar la historia de Ariel (Luis Machín). Un hombre que abandonó Rosario, lugar que lo vio crecer, luego de un desengaño amoroso. Ahora, instalado en España y en pareja, produce un programa transmedia desde Madrid enfocado en la vida animal, en el cual por medio de las redes sociales facilitan la interacción con el público haciéndolos partícipes.
Fallida propuesta que pierde su norte al tratar de narrar la historia de un hombre que vuelve a su lugar de origen para investigar el “suicidio” masivo de perros, pero que, en realidad, tiene mucho más que ver con saldar cuentas con el pasado. Buenas intenciones, pero la disparidad de las interpretaciones y lagunas en la progresión, generan un resultado poco feliz.
RETORNO AL PASADO Un film sensorial, de escasas afirmaciones y de extremos silencios, dubitativo desde el punto de vista dramático pero original debido a su puesta al abismo, por momentos desconcertante, termina resultando Perros del viento del rosarino Hugo Grosso. Esa apuesta a una zona intangible y de inestabilidad permanente ya se presenta en la escena-prólogo: el suicidio sin explicación alguna de una perra siberiana, en el Parque de España de Rosario, ante la sorpresa de Laura, su dueña (Gilda Scarpetta). Desde allí la narración se ubica en un ciclo transmedia, en España, en un programa sobre comportamiento animal, donde trabaja Ariel (Luis Machín), un exiliado. El relato conectará esos dos mundos a través de un retorno al pasado, una vuelta de Ariel a su lugar de origen, una travesía donde el hecho ocurrido con el can sirve como pretexto: un MacGuffin que oficia como disparador argumental para darle lugar a la interioridad de un personaje y sus afectos (una ex pareja, su mejor amigo, una tía) junto a un paisaje que adquiere un significado distinto a propósito de los diversos reencuentros. En esa planicie narrativa, donde el sonido cobra protagonismo, Perros del viento presenta sus mejores momentos. Las referencias aluden a un affaire anterior entre Ariel y Laura, ahora casada con José María (Roberto Suárez) aquel mejor amigo (y con un hijo en la pareja), junto a la suma de interrogantes que la película plantea y que el personaje central deberá desovillar en su retorno al lugar natal. Ocurre que esa extraña y sugerente atmósfera que el director transmite a determinadas escenas condice con el comportamiento de los personajes. En ese sentido, el tono elegido es serio y ceremonioso, sin atisbos de felicidad alguna desde Ariel pese a sus reencuentros y afectos perdidos y pendientes. Acaso los diálogos que establece con la tía (Marta Lubos) y con el hijo de la pareja (Lorenzo Machín) actúan como pequeños oasis entre tanta solemnidad expositiva. Son los riesgos que elige el director desde su puesta de cámara y de una escritura fílmica que, en algunas zonas, se dirige a una peligrosa impostación. En otras palabras: Perros del viento es una película que escamotea los lugares comunes y los tips de una historia donde un personaje se reencuentra con afectos de antaño pero en determinadas elecciones temáticas y en el marcado tono grave al que recurre en más de una ocasión trastabilla en su propósito narrativo, ingresando en una zona de inválida de identificación hacia un supuesto espectador. En ese bienvenido riesgo, aun dentro de sus indecisiones dramáticas, la película encuentra un plus de calidad en el trío actoral protagónico (Machín, Scarpetta, Suárez) componiendo dificultosos personajes que también se alejan de la medianía y del carácter superficial en esta clase de historias.
Ariel (Luis Machín), guionista transmedia, vuelve de España a Rosario, su ciudad natal, a investigar el extraño caso del suicidio de perros en el parque España, lindero al río. Al regresar se reencuentra con su pasado, donde habitan entre otros Laura (Gilda Scarpetta), mujer a la que amó, José María (Roberto Suárez), su mejor amigo, esposo de Laura y su tía (Marta Lubos). También sus fantasmas. La decisión es tomada a partir de ciertos mensajes firmados por Magritte, Laura es una artista plástica, el firmante hace referencia al pintor belga famoso por “Esto no es una Pipa”, entre otras pinturas, donde se inicia el arte conceptual que hace cuestionarnos la realidad, su representación y el lenguaje. El filme se plasma a partir de una premisa similar, salvando las distancias. Los
Una película sobre el retorno al pasado para cancelar deudas pendientes con el dato curioso respecto del suicidio de los perros que da nombre al filme y una estructura narrativa que se ve fuertemente respaldada por las actuaciones de Luis Machín, Gilda Scarpetta y Roberto Suárez, más la siempre agradable presencia de Carlos Portaluppi.
Una leyenda urbana en Rosario es la excusa para la vuelta a su origen de un hombre con demasiadas cuentas pendientes y dolores expuestos. El film comienza con una impresionante propuesta de misterio, muy bien filmada, que nos introduce en un fenómeno extraño: la enorme cantidad de perros que se suicida en la explanada de Parque España. Un argentino que se dedica a producir en España un programa sobre la conducta animal, encuentra la excusa perfecta para volver. Ya en el terreno de su pasado revisará lo que quedó de relación con el amor de su vida, la sospecha de tener un hijo, el impulso a un vacío existencial quizás tan poderoso como lo sienten los perros. El film tiene un elenco de lujo, a Luis Machin, Carlos Portaluppi, Lorenzo Machin, Marta Lubos. Ellos regalan no pocos momentos de pura emoción. Sin embargo especialmente el guión que no posee una progresión que fluya y se detiene y enreda, mas la utilización de un lenguaje sentencioso, que utilizan casi todos los personajes, atentan con las buenas intenciones del realizador.
Inicio EspectáculosNota ESPECTÁCULOS De Hugo Grosso, 'Perros del viento' Volver para recuperar los recuerdos POR MARIANO CASAS DI NARDO 14.09.2022 Machín enaltece la pantalla en todo momento. 'Perros del viento' (Argentina, 2022). Dirección y guion: Hugo Grosso. Actores: Luis Machín, Gilda Scarpetta, Roberto Suárez, Lorenzo Machín, Marta Lubos, Carlos Portaluppi. Duración: 105 minutos. Clasificación: apta para mayores de 13 años c/reservas. 'Perros del viento' tiene una lógica inédita e infalible, por ende, cinematográficamente perfecta. Hablar de lo que nunca se habló en cine, del suicidio de los perros, para contar lo que se contó millones de veces, la añoranza de un pasado que se fue y no volverá más. Entonces, con un tema curioso y sorpresivo, su autor y director, el rosarino Hugo Grosso, nos lleva a todos los lugares comunes de la nostalgia pero de una manera sutil a la que no podemos ni sabemos negarnos. El resultado final es una película firme, basada en la solidez narrativa, en la riqueza artística de sus protagonistas y en el lugar exclusivo que nos da como espectadores. Luis Machín es Ariel, un guionista transmedia que llega desde España a Rosario, su ciudad natal, para investigar a nivel periodístico el suicidio de perros en el Parque de España. En ese derrotero detectivesco regresa a un pasado que cree no estar cerrado del todo, con heridas sentimentales y familiares que lo ponen de frente a una verdad sentenciada. El mayor logro del director en esta retrospectiva existencial es ubicarnos como compañeros de travesía. Tanto desde la perspectiva técnica de filmación como en lo subjetivo, pareciera que hubiésemos estado allí. Porque logra momentos de gran intimidad y nos vuelve cómplices, no voyeuristas. AQUELLOS LUGARES 'Perros del viento' arranca como esas producciones independientes de cine que uno no sabe muy bien hacia dónde van, pero cuando la trama se define y el personaje de Machín crece, se vuelve confidencial. Y esto se debe también a que todas las apariciones del reparto construyen. El encuentro entre el protagonista y su tía, la actriz Marta Lubos, es de una frialdad y dulzura absolutas. Sensación ambigua que también repite cuando se encuentra con cada parte de su pasado; por ejemplo, con su amigo de la adolescencia José María (Roberto Suárez), con su gran amor Laura (Gilda Scarpetta) y con Juani (Lorenzo Machín), el hijo de estos dos últimos. Carlos Portaluppi, como su colega en España, o sea, su presente social y laboral, le da aire al filme para que no todo sea añoranza y pesadez. "Volver a los lugares en los que nos sentíamos enormes para darnos cuenta que hoy ya no cabemos'' podría sea la hipótesis del filme. Con esa autoridad mentirosa (que se crea el personaje principal) de querer averiguar algo sobre un tema fascinante, como para que los golpes de la realidad no duelan tanto. Concluye la cinta y dos puntos quedan inobjetables más allá de lo narrativo: que Machín enaltece la pantalla en todo momento y que la sabiduría, técnica y sensibilidad de Grosso convierten una buena idea en una gran película.
Con el marco de la ciudad de Rosario como referencia, más precisamente lo que sucede en el Parque de España de esa ciudad, “PERROS DEL VIENTO” de Hugo Grosso, toma como disparador diversos hechos que suceden en ese espacio geográfico lindante al río en donde se registraron ya varios casos de perros que se “suicidan”, que se lanzan al vacío inexplicablemente. Ariel (personaje a cargo de Luis Machín) trabaja en España en un ciclo transmedia junto a otro de los conductores / investigadores (Carlos Portaluppi) que generan el contenido documental del programa dedicado fundamentalmente a comportamiento animal. A raíz de estos casos tan extraños que se presentaron en el Parque, decidirá regresar a la Argentina, más particularmente a su lugar de origen para comenzar a indagar en estos sucesos e intentar encontrar una explicación. Hay un halo de incertidumbre que recubre al personaje, propio del curso de la investigación pero fundamentalmente entremezclado con esa sensación tan desestabilizante del retorno a sus raíces en donde se volverá a ver involucrado con un amor del pasado que actualmente es la pareja de quien fuese su mejor amigo (Gilda Scarpetta y Roberto Suárez, respectivamente). “PERROS DEL VIENTO” parte de una premisa interesante pero el guion del propio Grosso intenta transitar varias temáticas al mismo tiempo, que comienzan a solaparse entre sí, generando cierta confusión pero por sobre todo debilitando el eje central de relato que comienza a bifurcarse y perder fuerza hasta “olvidándose” por momentos del eje central del relato, al que vuelve fundamentalmente para algunas reflexiones sobre la finitud, el tiempo de vida y las muertes que nos fueron marcando en el camino. Así como se presenta una hipótesis de que el sonido del viento es el que impulsa a los perros a saltar al vacío, la sensación de incertidumbre e incomodidad que padece Ariel, frente a la movilización interior que le produce el vínculo con el hijo de su exnovia y su mejor amigo (un muy buen trabajo de Lorenzo Machín) serán los factores que lo enfrenten a su propia vulnerabilidad. En la complejidad de estos vínculos que reaparecen, el guion se permite desplegar diferentes temas referentes a su pasado, a la paternidad, a los proyectos y sueños truncos, tanto como al regreso de su propio exilio: Ariel, de esta forma, deberá enfrentarse a esa sensación de sentirse completamente al borde de su propio precipicio. Los tres protagonistas (Machín / Scarpetta / Suárez) construyen un equipo homogéneo que es el punto fuerte que presenta “PERROS DEL VIENTO” y que es lo que logra sostener la propuesta aún con ciertas decisiones narrativas imprecisas. Completan esta propuesta santafesina los destacados trabajos en los rubros técnicos de Marcos Garfagnoli en la fotografía y una notable banda de sonido a cargo de Carlos Casazza.
Ariel (Luis Machín) es un guionista que regresa de España a Rosario, su ciudad natal, a investigar el extraño caso del suicidio de perros en un parque lindero al río. Al regresar se reencuentra con su pasado, donde habitan entre otros Laura (Gilda Scarpetta), mujer a la que amó, y José María (Roberto Suárez), su mejor amigo, esposo de Laura. La película no encuentra un rumbo claro aún dentro de los parámetros no tan clásicos de la propuesta. Pero el problema principal no está en su narrativa, sino en los momentos en los cuales pasa de las metáforas sutiles a la reconstrucción de un imposible programa de televisión carente de cualquier verosimilitud. Es difícil dejar en claro si se trata de una obra sutil pero fallida o un film estándar hecho por alguien que simplemente no logra narrar de forma adecuada. A esta clase de títulos no les ayuda en nada ver rostros agotados y agotadores como el del protagonista de esta historia, Luis Machín.
Regreso a las raíces con Luis Machín Un hombre vuelve a Rosario, su ciudad natal, para investigar sobre el misterioso caso de los suicidios de perros. Allí se cruzará con su pasado para replantearse su presente. Perros del viento (2022), lo nuevo de Hugo Grosso (A cada lado), combina un caso digno de detectives con el típico drama del regreso de un hombre a sus raíces. A partir de un relato construido a fuego lento, el cual deja de lado la linealidad e incentiva a la unión de los puntos, este largometraje es una propuesta que abarca muchos factores y no termina de ser tan consciente de ello. Una banda sonora que fluctúa de acuerdo a la arista que bordea: desde el drama más puro, hasta el suspenso más desorbitado. Escenas inquietantes y poderosas, pero exageradas de energía. Este largometraje, angustiante desde su premisa, surfea entre las buenas intenciones y las malas decisiones. Luis Machín interpreta a Ariel de manera correcta y su regreso desde España logra incomodarnos. Su llegada lo aprisiona con su pasado: se reencuentra a la mujer que amó y a su mejor amigo, ambos en pareja. Su investigación, excusa del film para la vuelta, resulta una anécdota entre tanto conflicto vincular. Destacándose con sus planos, fotografía y puesta en escena, pero lejos de atrapar y ser efectiva, Perros del viento se abraza a la intensidad de su guión para cargarnos de nervios y tensión. Esto, sin respiro ni calma, se convierte en un ahogo para todo espectador.
Agridulce viaje de amores truncos y suicidios caninos Un hombre vuelve a su ciudad natal para investigar un misterioso caso de suicidios caninos, lo que deviene en excusa para cerrar una historia de amor trunca, en el drama de Hugo Grosso protagonizado por Luis Machín. "El extraño caso del suicidio de perros" bien podría ser el título de un policial detectivesco y enroscado, pero no: es solamente un punto de inicio extraño -parte de los meta mensajes de una película sobre el paso del tiempo- de Perros del viento, el nuevo trabajo de Hugo Grosso protagonizado por Luis Machín, Gilda Scarpetta y Lorenzo Machín (estos últimos, esposa e hijo del popular actor) Difusa, enigmática y compleja, la historia abre muchos canales narrativos y cierra pocos, carta que no siempre le juega a su favor, pero no deja de ser un correcto ejercicio introspectivo para reflexionar en torno a las oportunidades perdidas. Ariel (Luis Machín), guionista transmedia, vuelve de España a Rosario, su ciudad natal, a investigar el extraño caso del suicidio de perros en un parque lindero al río. Al regresar se reencuentra con su pasado, donde habitan entre otros Laura (Gilda Scarpetta), mujer a la que amó, y José María (Roberto Suárez), su mejor amigo, esposo de Laura. La película abarca los días intensos, llenos de contradicciones, malentendidos y tensiones que ponen a Ariel y al resto de los personajes al borde de la irracionalidad. El suicidio canino pasa totalmente a segundo plano cuando Ariel, encarnado por un medido Machín (que la semana que viene estrena la excelente y conmovedora Siete Perros) ahonda y se replantea las decisiones que ha tomado en su vida, topándose con un presente que poco lo representa en su búsqueda por la felicidad. Es ahí que la narración de Perros del viento se torna monocromática y la historia pierde ligereza, las escenas dramáticas se tornan densas y la experiencia se vuelve pesada. El soplo de aire fresco lo tienen las actuaciones del clan familiar: Luis Machín, su esposa y su hijo entregan composiciones tiernas que aplacan el tono melancólico de una historia que, por momentos, se regodea en el dramatismo y no cierra todos los canales que abre. No genera dolores de cabeza, pero si una charla obligada con un terapeuta.
Un perro salta al vacío buscando algo que desconoce, pero quizá lo hace porque intuye que del otro lado habrá algo mejor, distinto, o simplemente más placentero, aunque para el afuera se trate de un suicidio animal. Fueron varios los perros y perras que partieron en busca de ese lugar incierto, sucedió a partir de los 90 en las barrancas del Parque España de Rosario y el hecho fue noticia nacional. El director local Hugo Grosso tomó ese suceso como disparador para su película “Perros del viento”, que se estrena el jueves próximo en todo el país y mañana tendrá el avant premiere en el complejo Hoyts de esta ciudad. El salto al vacío de los canes fue el punto de partida para reflexionar sobre los saltos al vacío de los humanos. Para abordar ese análisis y las vivencias del rodaje realizado íntegramente en Rosario en plena pandemia, Grosso y el protagonista del film, Luis Machín, también nacido en la ciudad, dialogaron con Escenario en una charla donde se habló de las pasiones, la rosarinidad, la falta de una ley provincial de cine, las búsquedas y hasta de surrealismo. La película gira sobre la historia de Ariel (Luis Machín), un guionista transmedia que vuelve de España a su Rosario a investigar el extraño caso del suicidio de perros en una zona lindera al río. Al regresar se reencuentra con su pasado, donde habitan entre otros Laura (Gilda Scarpetta), el amor de su vida, y José María (excelente rol de Roberto Suárez), su mejor amigo, esposo de Laura. El mensaje que hace que Ariel tome la decisión de volver a Rosario es de un anónimo interpretado por Juani (Lorenzo Machín, hijo de Luis y Gilda, pareja en la vida real) llamado Magritte. Justo el nombre de aquel pintor belga surrealista que decía: “Todo lo que vemos esconde otra cosa, siempre queremos ver lo que esta escondido detrás de lo que vemos”. Por esa “otra cosa” se desandan los caminos que marcan las huellas de “Perros del viento”. Es una película que Hugo le pasó el guión a Gilda, mi mujer, hace muchos años, porque quería contar con ella en ese proyecto. Yo de curioso me metí a leer el guión, me gustó, y le dije «mirá, si no lo tenés a Darín yo me anoto para estar ahí»”, dijo Machín, entre risas, recién llegado del Festival Internacional de Cine de las Alturas, en Jujuy, donde se presentó otra película que él protagoniza, y que también atraviesa el mundo de los canes, “Siete perros”, que tendrá su estreno nacional el 22 de septiembre. “Me traje un perro de Rosario, un cusquito chiquito divino, ya queríamos tener uno y después de dos películas seguidas con perros ya no había escapatoria”, señaló el actor por teléfono desde su casa en Buenos Aires sobre el film en el que también participan Carlos Portaluppi, Estrella Zapatero y Marta Lubos. Al recordar los inicios de “Perros del viento”, que pasó por varias e inexplicables modificaciones de guión sugeridas por el Instituto Nacional de Cine (Incaa), el actor dijo: “También bromeábamos porque la película se viene pensando hace muchos años y decíamos que, si se seguía dilatando, el chico de la película lo iba a terminar haciendo Lorenzo, que era un bebé en ese entonces. Y la hizo Lorenzo nomás, porque esta idea empezó hace más de diez años. De pronto me encontré en un proyecto familiar, porque hasta mi pequeña hija Aurora tiene una participación en la película, y con Hugo y Milagros Alarcón (productora, actriz y pareja de Grosso) somos amigos desde hace años. Por eso digo, en un contexto tan adverso para filmar en medio de la pandemia, con cuidados e hisopados, hacerlo en familia fue un oasis”.
Una investigación televisiva acerca del presunto suicidio animal se convierte en disparador narrativo de la recomendable “Los Perros del Viento”. En el Parque España ocurren, con el correr de los meses, extrañas situaciones que se repiten, sin motivo aparente. Los argumentos e hipótesis al respecto se acumulan: frecuencias bajas, silbido del viento, barcos que cruzan el río, el olfato en la actividad sexual canina. No hay certezas, pero perros de distintas razas y tamaños se arrojan al vacío. El mito urbano está instalado en Rosario desde 1992. Desde determinado punto físico, en la explanada del parque, mirando hacia el río, la visión llega a confundir. El hecho documental se utiliza como instrumento para imbricar la ficción. En busca de un hallazgo que incentive al buen rating va este periodista autoexiliado desde España. El encuentro es con su cuidad y también con una mujer que ama, pero con quien no puede compartir la vida. ¿En busca de qué regresa en realidad? Los límites entre la verdad documental y la ilusión ficcionada acaban por erosionarse. Hugo Grosso, con sensibilidad, buen gusto estético y una exquisita música incidental, utiliza la idea de un personaje que se aboca a la investigación, mientras intenta hacer las paces con el esquivo pasado que la ata a un antiguo amor. El director deposita el éxito del film en un actor ilustre y monumental, con quien ya ha compartido anteriores proyectos (“Balas Perdidas”, “A Cada Lado”, “Fontanarrosa, lo que se Dice de un Ídolo”). Luis Machín, nativo de la ciudad de Rosario, lleva a cabo un auténtico tour de forcé actoral, entregando una performance conmovedora, camaleónica. En su cuerpo y alma, el comportamiento humano se mimetiza con el animal. Al límite de sus emociones, lo racional y lo instintivo se confunden. Hay un dolor latente que no cicatriza, brindamos con cierta resignación a la salud del corazón partido. Un amigo le aconseja que suelte lo antes posible, o la herida será irreparable. Machín cree poder controlar sus emociones, parecería protegerlo la razón. Los animales siempre saben lo que necesitan, el hombre tropieza con la misma piedra, más de dos veces. La metáfora del salto al vacío cuadra perfecto. Al indagar, el abismo se produce en nuestro interior buscando respuesta a aquellas preguntas vitales.