Julie (Jennifer Westfeldt) y Jason (Adam Scott) creen tener el plan perfecto. Mejores amigos desde la universidad, el par de treintañeros ve cómo su círculo de amigos ya se han establecido y empiezan a tener hijos, pero también observan las consecuencias que tiene esta decisión en las parejas de su círculo íntimo.
Y así como comparten un mismo edificio (viven a unos pisos de distancia del otro), llamadas telefónicas a altas horas de la noche, chistes internos, el relato de sus conquistas amorosas y prácticamente la mitad de su vida, deciden compartir un hijo también. El plan parece sencillo: concebir y criar juntos a un retoñito entre los dos, como socios equitativos en responsabilidades como llantos nocturnos y pañales sucios, para poder reservarse la parte romántica de sí mismos a potenciales intereses amorosos.
Originada en una tendencia que Westfeldt y su pareja en la vida real Jon Hamm -el mismísimo Don Draper de Mad Men- observaban entre sus amigos, incluido el mismo Adam Scott (de las series Party Down y Parks and Recreations), El Plan Perfecto parte de una exploración de qué ocurre cuando un grupo de amigos -en este caso, de treinta y tantos y clase media alta en Manhattan- se asientan en la vida de pareja y deciden traer nuevas vidas al mundo. Principalmente desde el punto de vista de aquellos quienes en un principio están afuera de esa carrera, donde las metas (o vallas a saltar) forman una seguidilla de: encontrar a la persona indicada, estar juntos un tiempo prudencial para considerar casarse, casamiento con fiestón, concebir hijos, baby showers, mamaderas, pañales, berrinches nocturnos, pelelas, conseguir vacantes en el jardín. Pero eso sí, el gran sacrificio es mudarse a Brooklyn, donde los metros cuadrados no se miden en oro (aunque sí en dólares). Si algo hemos aprendido de las películas y series Manhattan-céntricas es que Brooklyn es el destierro de la tierra de los elegantes solteros ejecutivos para aquellos que se reproducen.
El plan en cuestión se verá puesto a prueba cuando la criatura ronde el primer año y ambos padres encuentren el amor (o lo que creen es amor)... en otras personas. En el caso de Jason, la bailarina Mary Jane (Megan Fox, que tranquilamente podría ser reemplazada por un mannequin con parlante ya que hasta Michael Bay le daba más lugar a que desarrolle una personalidad en Transformers) y un padre divorciado que llena todos los casilleros del mejor-hombre-del-mundo (encarnado por Edward Burns) para Julie.
A partir de esto, los miembros adultos de la incipiente familia tendrán que confrontar la posibilidad de si, además de compartir un crío y una amistad de casi dos décadas, lo que sienten el uno por el otro sea algo más.
En el medio están los otros "amigos con chicos" (Friends with Kids es el título original que se perdió en la traducción) encarnados por el cuarteto principal de Damas en Guerra y todos igualmente desaprovechados: las parejas interpretadas por Kirsten Wiig (también escritora de Damas...) y Jon Hamm -que reviven a medias y con un tinte dramático la gran química de la mejor-peor-pareja que tenían en Damas...- y Maya Rudolf (Saturday Night Live, Idiocracia) con Chris O'Dowd (de la serie británica The IT crowd). Estos dos matrimonios que sirven sólo de muestrario de lo que puede ocurrir a una relación cuando nacen los hijos (en la primera, resentimientos cada vez mayores; en la segunda, la cotidianeidad omnipresente que subyuga al idealismo romántico) y no son desarrolladas más allá de su funcionalidad de parámetros del horror rutinario que quieren evitar los protagonistas. También pueden funcionar como un muy buen método anticonceptivo para todas aquellas parejas que vayan a ver El Plan Perfecto.
La química entre Scott y Westfeldt (quien escribió y dirigió la película, y ya había co-escrito Besando a Jessica Stein hace una década) es buena y la relación de amistad hombre-mujer que construyen - como también las cuestiones que pueden plantearse a partir de ella- recuerda a la de Cuando Harry Conoció a Sally, o por lo menos ésa es su intención.
A pesar de que sus personajes tengan un buen pasar, vivan en la ciudad más famosa del mundo y sus mayores preocupaciones pasen por baby showers y el no-sé-si-lo-quiero-y-no-sé-si-me-quiere, El Plan Perfecto intenta generar empatía con los que serán los dos grupos principales entre su público: aquellos que ven cómo sus amigos se convierten en padres y desaparecen de sus vidas y aquellos que tienen hijos y un mundo de preocupaciones inherentes a la tarea de crear y criar a una persona. Pero este plan no siempre funciona.