Nos encontramos ante un film revisa el proceder y las condiciones laborales que cada organismo estatal debiera garantizar. Una exploración de interrelaciones humanas que visibiliza cierta complejidad en sus personajes protagonistas, y en estas contrariedades que reflejan sus caracteres, examina los miedos internos que denota el siempre complejo comportamiento humano, llevado aquí al terreno del ámbito laboral. Influenciado por el compromiso social de películas de denuncia como “Un burgués pequeño, pequeño” de Mario Monicelli. También, con la sensibilidad social y los matices certeros para abordar el universo del trabajador desde un costado concientizador y jamás condescendiente, como el practicado por Stephane Brize, Ken Loach, Reiner W. Fassbinder, Aki Kaurisamki o Laurence Cantet; según las propias palabras del realizador respecto a sus influencias.
“Planta Permanente” aborda una rara avis dentro de nuestra industria contemporánea, adentrándose en el compromiso que exige un cine que indague en las capas más frágiles del entramado social, generando personajes que reflejen las injusticias del sistema. Una vez más, el artificio audiovisual opera como instrumento estético propenso a la identificación con el espectador. A sabiendas del poder y la responsabilidad que tal acto demanda, a la hora de transmitir un mensaje atento a su deber moral, “Planta Permanente” expone una realidad que devela el enfrentamiento de clases, la división entre propios trabajadores y las sistemáticas contradicciones que enfrentan a los estratos más populares con los sectores de poder. Pensemos en la siempre presente fisura en la escala social, en la posibilidad de cierta herida autogenerada por la clase que se siente excluida, postergada o ignorada por cierto sector de la sociedad más acomodada. Este valiente enfoque autoral y porción de realidad persigue una mirada realista: desnuda los entretelones de una tragedia que no busca conciliar, sino exponer ante nuestros ojos el vapuleo al que, a menudo, se ve expuesto el empleado público, contraponiéndolo al arquetipo del funcionario en cuyas manos recaerán decisiones, con frecuencia, tomadas de modo apresurado. Sin embargo, esta radiografía antagónica de personajes víctimas o victimarios no cae en el lugar común ni en el cliché absolutista para construir su verosímil.