“Pompeya”: ensalada de gangsters y de historias
Un director de cine convoca a un guionista y su asistente para hacer una película de gangsters ambientada en el barrio de Pompeya. Al final, el que tiene todas las ideas es el asistente, que va mezclando aportes como gangsters rusos, un hermano sordomudo del asesino a sueldo protagónico, y finalmente unos temibles mafiosos coreanos.
Mientras este «braimstorming» artístico toma forma, se va entrecruzando con las imágenes de los gangsters criollos, rusos y coreanos matándose sin asco unos a otros en Pompeya. Los guionistas y el cineasta también se van peleando, ya que el guionista principal se siente traicionado por los otros dos. Y en un raro giro metafísico, ambas historias se mezclan, permitiendo que uno de los guionistas pruebe un poco de su propia medicina.
«Pompeya» es un film lleno de ideas, e incluso de algunas escenas formidables en todo lo que tiene que ver con el uso de las locaciones y la audacia a la hora de filmar escenas violentas, llenas de alegrías para los fans del gore. El formato de ensalada de historias, sin embargo, atenta contra la coherencia narrativa, ya que a medida que va promediando la acción gangsteril el espectador tiene que meterse en una situación que está por la mitad, y que generalmente no tiene mucho que ver con lo anterior, por lo que el interés se disipa bastante.
En todo caso, la directora y guionista se divierte con orgías de sexo y sangre, y logra que el espectador también se entretenga mientras no le exija mucha coherencia al asunto. Hay buenas actuaciones, tanto entre el trío que pergeña la historia como entre los gangsters multiétnicos, momentos de fuerte erotismo y muy buena música. Está claro que con este mismo tipo de ideas locas y un poco más de rigor argumental Tamae Garateguy tiene todo para hacer grandes películas.