Agónico romance
Jorge Polaco suele poner la atención no tanto en el tratamiento de los temas o relatos de sus películas, sino en personajes generalmente grotescos y repugnantes, un micromundo de criaturas que forman el corpus más original de su obra cinematográfica.
El director halló en esta obra de Eugenio Griffero, estrenada en los años 80 en el mítico Teatro Abierto, otro camino para detener su mirada en individuos que deben enfrentar una realidad impregnada de poesía y de crueldad, buscando desafiar la incomprensión y el silencio.
Aquí se narra la difícil historia de la relación amorosa de dos hombres que, tras ser separados por sus familias cuando tenían 16 años, prometen encontrarse 60 años después. Los personajes de la trama, a los 76 años, están así ligados a los miedos más recónditos: la vejez y la muerte.
Polaco vuelve a poner de manifiesto aquí su visión pesimista y cruel de la existencia a través de esos dos personajes sumidos en una agónica ancianidad (Ariel Bonomi y Harry Havilio logran acertadas actuaciones en roles nada fáciles) en la que intentan recuperar recuerdos y rencores.
La escenografía, del propio director, está pensada casi como un sueño (o como una pesadilla) y ayuda a conformar un universo personalísimo que no se aparta de esa senda que trazó en películas como Margotita y Kindergarten , un cine oscuro y provocador que intenta descubrir los recovecos más íntimos del ser humano.