La historia gira alrededor de la familia. Brewer (Susan Sarandon y Pierce Brosnan), cuyas vidas sufren un giro imprevisto con la muerte del hijo mayor (Bennett) en un accidente automovilístico.
El padre, la madre y su hermano enfrentan el hecho de manera distinta asumiendo el duelo de manera muy diferente. El padre no lo vuelve a mencionar y trata de llevar la vida sin que ello gravite en los días siguientes; la madre busca respuestas respecto a conocer todo los detalles de los últimos minutos de su hijo; el hermano menor se droga y busca refugio en un grupo de autoayuda.
Hay tanto dolor reprimido, en cada uno de ellos manifestado a su manera, que los vínculos van adquiriendo sucesivos grados de desesperación. Al tenso clima familiar se agudiza tres meses más tarde cuando llega a la casa Rose, informándoles que está esperando un hijo de Bennett. Se integra a la familia buscando conocerla más, y tratando de hablar con cada uno de ellos.
Se van sucediendo una serie de situaciones, a partir de la obsesión de la madre, que culmina en un estallido emocional del jefe de familia y el reconocimiento del hermano al poder asumir que lo extraña y lamenta roces circunstanciales que los habían distanciado. Rose, con la confirmación del haber sido amada por Bennett y el nacimiento de la hija, abre nuevas esperanzas a este grupo humano.
El dolor perdurara siempre, pero el amor ayudará a que, grupal e individualmente, podrán seguir adelante con sus respectivas existencias.
Drama intenso correctamente desarrollado en el guión y emotivamente tratado en la realización, más allá de algunas marcaciones acentuadas en demasía, rayanas al melodrama. Buenas actuaciones, con sólidos aportes en el protagonismo asumido por Susan Sarandon y Pierce Brosnan, con un aporte adecuado de los distintos rubros técnicos.