Para ir con los pañuelos
La película de Shana Feste muestra el proceso de adaptación entre una familia que acaba de perder uno de sus hijos y una joven que está embarazada de él. Pese al esfuerzo del elenco protagónico, la película naufraga en una sumatoria de lugares comunes.
Prueba de amor (The Greatest, 2009) es esa clase de productos inocuos, destinados a la lágrima fácil, que goza del beneplácito de buena parte del público dispuesto a dejarse encantar por el melodrama, género noble si los hay. Una joven de escasos recursos económicos (la ascendente Carey Mulligan) vive su primer amor con un chico de clase media, igualmente enamorado. El destino (ayudado por la imprudencia, claro) quiso que un accidente automovilístico termine con su vida. Ella estaba embarazada y un día se presenta ante la familia de él para dar la noticia.
Lo que sigue es un dificultoso proceso de adaptación, que pone a los padres (Susan Sarandon y Pierce Brosnan) en disputa. Él, más flexible y amistoso. Ella, distante y siempre al borde de quebrarse. Para colmo de males, el hijo menor es consumidor de drogas, y cuando busca ayuda en un grupo de contención las cosas, lejos de hacerse más llevaderas, terminan más complicadas. Con tamaño panorama hay que reconocer la voluntad del elenco de tratar de ser convincente. Podríamos decir que salen indemnes de tal objetivo, por más que en determinado momento sea exasperante ver desde la puesta tanto interés en que Sarandon luzca tan demacrada, sin maquillaje y con tomas que no la favorecen.
Lo más cuestionable es la manera en la que Feste desaprovecha esos méritos actorales. El guión, si bien maniqueo, estructura la historia en dos relatos: el presente difícil y el pasado de ensueño, culminando con las partes de algún modo aunadas, trazando un mejor destino para todos. Pero en el camino hay (varios) exabruptos, incluso secuencias filmadas de forma rutinaria. Un ejemplo es el momento en el que el padre lleva a su esposa hacia el mar. ¿Hubiera sido disonante aportar una cuota de humor? En cambio, todo vuelve a virar hacia la tragedia dantesca. Una y otra vez.
Prueba de amor no es una película fallida, pero la vimos varias veces y mejor contada. No será una mala opción para un fin de semana lluvioso. Con pañuelos en mano, claro.