La unión hace la fuerza
La opera prima de la directora californiana Shana Feste llega a nuestro país con dos años de demora. En ella se nos platea el drama de los padres luego de la pérdida de un hijo; pero a diferencia de otras películas con la misma temática, aquí el tema queda estancado sobre una situación en particular.
Grace y Allen son un matrimonio desde más de dos décadas, como fruto de su relación nacieron dos hijos: Bennett y Ryan. Mientras que el primero es impecable en sus relaciones y académicamente, el segundo, deja mucho que desear, con mal carácter, malos modos y rozando a la adicción a algunas drogas. Por lo pronto una familia con problemas que pueden ser los propios.
Una noche, por un absurdo accidente automovilístico muere Bennett, el hijo pródigo. Él tenía una relación amorosa con Rose, una joven compañera del colegio, que en el momento del choque iba con él en el auto. Los padres de Bennett no encuentran consuelo a su tragedia, hasta que un día aparece por la puerta grande Rose, quién tiene una noticia más que importante, iban a ser abuelos. Rose estaba embarazada y el padre de la criatura, fallecido.
La película nos muestra las miserias del ser humano ante una muerte tan poco natural como es la de los hijos para los padres; la tristeza que rodea constantemente ese ambiente desde todos los puntos de vista, los padres, el hermano y la novia embarazada. En el desarrollo de la historia se van poniendo en juego otros aspectos de la familia que desconocíamos, y viejos problemas salen a la luz.
El problema del film es que toca una y otra vez el mismo tema, sumergiendo al espectador en una cotidianeidad casi fastidiosa, donde parece que nadie quiere seguir adelante. Excepto Rose, que por ese motivo parece ser la fuerza que mueve a la familia a progresar, y también a la película a activarse.