Un amor insustituible
Cuando Bennet Brewer (Aaron Johnson) muere en un accidente de tránsito, su familia queda devastada. El hermano menor (Johnny Simmons) tiene problemas de conducta y sus padres han atravesado crisis por la infidelidad de Allen (Pierce Brosnan), así que la desaparición del único elemento que percibían como funcional y perfecto les descalabra el panorama a futuro. Para empeorar las cosas, llega a sus vidas una muchacha llamada Rose (Carey Mulligan), de quien sólo saben estaba con Bennet la noche del accidente. Sólo que Rose es más que una chica del colegio: era la mujer que Bennet amaba en secreto y a la que dejó embarazada la única noche que pudieron pasar juntos.
La más afectada es, sin duda, Grace (Susan Sarandon), la madre de Bennet, que ocasionalmente sufre de terrores nocturnos y otras crisis nerviosas. Asimismo, está obsesionada con descubrir el mínimo detalle sobre los últimos instantes de vida de su hijo. Demasiado dolorida incluso para permitirse reír o dejar que los demás vivan algún tipo de felicidad, acoge con reservas y sentimientos ambiguos a Rose en su casa, aunque está claro que no es una prioridad para ella.
La forma en que la familia Brewer lleva adelante su duelo, la intrusión de Rose en su cotidianeidad y sobre todo la evolución de cada miembro del clan por separado es, quizá, demasiada tela para cortar en una estructura de menos de dos horas. Quizá una de las mayores debilidades de esta película es la rapidez con que se suceden los distintos eventos, y más allá de que los flashbacks reconstruyen el pasado inmediato de manera eficaz y dinámica, hay transiciones que resultan un tanto bruscas. Bastante inusual si pensamos que se trata de una trama que persigue la sensibilidad del espectador con un tema tan traumático como la pérdida de un hijo y la forma inesperada en que otra vida llega a equilibrar la balanza.
El rol más potente está a cargo de Susan Sarandon. Aunque ella no sea más que una parte de la historia, por momentos es el único personaje de peso; se echa sus escenas al hombro con oficio y ofrece una muy destacable performance teniendo en cuenta las limitaciones del guión. Asimismo, hay escenas como la de la familia en el coche al inicio de la película (una larga toma de tres minutos en total silencio, en la que padres e hijo se centran en su propio mundo de dolor) que valen tanto como la historia completa.