Una lagrimita rebelde
Un gran elenco es lo mejor de un bastante excesivo melodrama.
Cuando a Susan Sarandon le toca interpretar papeles “de madre”, por lo general, sufre. Ya no hablemos de Un milagro para Lorenzo : con esta Prueba de amor tiene suficiente. Bennett, su hijo (Aaron Johnson), muere apenas empieza el filme cuando detiene su auto en medio de una ruta para hablar de amor con su novia. Ella (Rose, o Carey Mulligan) sobrevive y el que los embiste (Jordan, o Michael Shannon) termina en coma.
Si algo le faltaba a Grace es que la “nuera” no tenga con quien vivir, se le instale en la casa y esté embarazada de su hijo. ¿Quiere más? Su marido, Allen (Pierce Brosnan) le había sido infiel.
El filme tiene varios coprotagonistas, ya que casi nunca Sarandon es quien lleva el relato. Más peso aún tienen Brosnan, como el tipo que es incapaz de derramar una lágrima por la muerte de su hijo, pero sufre por dentro; Rose, con todos sus miedos por el parto que vendrá, y cuya madre está internada, inestable mentalmente; y Ryan (Johnny Simmons), el hermano menor de Bennett, que tiene problemas con las drogas y ha conseguido una novia que perdió a un pariente como él.
Si la trama se asemeja a una telenovela en sus primeras instancias, lo sobrepasa con un elenco de excepción. La mejor es Mulligan, a quien vimos hace poco en Nunca me abandones .Vuelve a hacer de joven angustiada con ganas de salir adelante, y la verdad es que –ella, igual que su protagonista- lo logra.
La película también atraviesa distintas etapas. Por momentos recuerda a Gente como uno (por lo del hermano muerto y ciertos reproches del hermano vivo, más la devoción de la madre cercana a la pleitesía absoluta). Sin ser un drama que aborde con profundidad el tema del duelo, y lejos de un muestrario de clisés, Prueba de amor por momentos conmueve, por otros abruma y por lo general empuja alguna lagrimita, que puede rebelarse o no, depende del estado de ánimo del espectador.