No importa cuántos años hayamos cumplido, nunca es tarde para vivir nuestros sueños. Sobre la base de estas entrañables palabras, el director Víctor Cruz (La noche de las cámaras despiertas, El perseguidor, Boxing Club) apunta con su cámara a una serie de personajes longevos que hablan de sus sueños, de sus ilusiones y de sus recuerdos más queridos. El film se compone de breves historias que se inician en Costa Rica, con una madre de 109 años y sus hijos de 90, quienes tratan de sobrevivir a la pobreza y a las mezquindades para, seguidamente, viajar a Italia, donde un piloto jubilado sueña con volver a conducir su ahora derruido avión. Hay también aquí un policía que da clases de salsa, un jinete centenario y una banda pop de abuelas japonesas. ¿Es posible vivir muchos años, estar en forma y disfrutar de la vida?
Con extrema ternura y delicadeza, el realizador se convence y convence a los demás que la edad sólo reside en la mente y que es nada más que una circunstancia a la que hay que llegar, pero con el optimismo a flor de piel. Así el film se convierte en una obra emocionante y profunda, que logra poner en jaque las suposiciones sobre la vejez del espectador e invita a pensar en la forma en que invertimos en experiencias.