Los viejos jóvenes
Víctor Cruz, realizador de películas como El perseguidor (2010) y Boxing Club (2012), aborda en su nuevo trabajo el tema de la longevidad a través de la mirada enérgica de ancianos de tres países que en algunos casos han pasado los 100 años.
Kentannos ¡Que vivas 100 años! (2018) se estructura como una película de cuentos documentales. Dividida en tres partes cada uno se desarrolla en países diferentes con el común denominador de retratar a personajes longevos pero con una actitud positiva frente a la vida.
El primer cuento, trabajado desde la coralidad, nos presenta a Panchita, una tica de 109 años, que casi no ve y apenas puede mantener su equilibrio, pero que no ha perdido el humor ni la elegancia para lucir aros colgantes ni pulseras y collares típicos del país. Mientras la visitan sus hijos, Pablo de 93 años y Calixto de 88, Panchita reflexiona sobre la vida y los años con la alegría de quien lo ha vivido todo. Es en esa misma región de Costa Rica, una de las que posee el mayor índice de longevidad del mundo, que vive Sarita una mujer de 93 años que le declara su amor a un policía mucho más joven y Pachito de 98 que todavía monta a caballo pese a la negativa de su hija.
Cerdeña en Italia es la región elegida para el segundo de estos cuentos protagonizado por Adolfo, un anciano de 93 años cuyo sueño es poder volar un aeroplano y que a lo largo del relato veremos cómo lo consigue. Mientras que en Japón, más precisamente en la isla de Okinawa, Tomi de 93 será la figura del tercer y último episodio. Una mujer que luego de tres años y tres meses de duelo por la muerte de su hijo se debate entre regresar o no a una banda pop de abuelos de más de 80 años que se convirtió en un éxito viral.
Centrada en personajes longevos pero evitando la melancolía y la nostalgia por la juventud perdida, Kentannos ¡Que vivas 100 años! no apela a la resignación y la pérdida sino todo lo contrario. Cruz trabaja la trama a partir de un elemento que la atraviesa transversalmente: los sueños que mantienen con vida a cada uno de los personajes elegidos. Lo hace con una mirada honesta y sencilla, donde el pudor y el miedo no existen pero tampoco el regodeo en la decadencia ni la intencionalidad de exponerlos al ridículo.
Kentannos ¡Que vivas 100 años! está plagada de energía, una energía que contagia y que a la vez genera preguntas sobre la vida y como uno se para frente a ella.