Algunas películas tienen el problema de que quieren ser políticamente incorrectas y al mismo tiempo temen ofender. En “Quiero matar a mi jefe” todo apuntaba desde el principio, y sin mucha originalidad, a “Extraños en un tren”, la novela sobre crímenes cruzados de Patricia Highsmith, también creadora de la saga "Ripley". Pero el perfil de los intérpretes (Spacey, Sutherland, Farrell, Foxx) hacía pensar que ese “tributo” sería superado con una vuelta de tuerca a aquel clásico que ya tuvo dos versiones en cine, una de Hitchcock y otra de Danny de Vito. Con todo, la película pierde impulso a los pocos minutos y después de media hora se diluye en ironías fallidas sobre los negros, el sexo, las buenas costumbres, salpicado de forma constante con una palabra que en inglés empieza con f.