Ralph el Demoledor es un producto de la Disney. Parece un licuado de ideas de otros productos surgidos bajo el paraguas de la misma Disney, que van desde Tron a Toy Story, incluyendo algunas gotas de Mi Villano Favorito. Aquí hablamos del mundo de los videogames, en donde los personajes parecen tener vida propia una vez que los jugadores abandonan las máquinas y se apagan las luces; hay todo un universo interconectado en donde los caracteres de Street Fighter se saludan con los fantasmitas del PacMan, van a beber a la taberna de Tapper, y se codean con Sonic the Hedgehog; y, entre todos ellos, tenemos a nuestro protagonista, el cual es el villano de un arcade similar al Donkey Kong, el cual desea recibir una cuota de reconocimiento y redención. Por supuesto los hechos nunca son lineales y el sufrido Ralph deberá pasar las mil y una para obtener su recompensa; esto se traduce en una aventura de aquellas, plagada de paisajes delirantes, toneladas de nostalgia, una parva de caracteres deliciosos y una catarata inagotable de creatividad. Con todo ello Ralph el Demoledor logra superar los achaques de su falta inicial de originalidad y crea su propio camino, generando uno de los mejores filmes animados del presente año.
En sí, ésta es la historia de un villano que termina descubriendo su héroe interior. Ralph es uno de los personajes de un juego antiquísimo - de la época de los 8 bits - que sobrevive en el mundo actual de la alta definición gracias a que posee una jugabilidad endiablada (al igual que el Pacman). Por supuesto sobre ellos se cierne la sombra de la jubilación, la que llega el momento en que nadie quiera jugar más con ellos o que la máquina se rompa, razón por la cual serán retirado de servicio. Ya que Ralph se siente despreciado por sus compañeros de "trabajo" decide hacerse con una medalla de héroe, algo que va muy en contra de las reglas establecidas en semejante universo. Por eso el tipo se va de callado a un juego supermoderno de matanzas en primera persona, en donde se disfraza de soldado intergaláctico que desembarca en un planeta infestado de aliens. Es notable ver cómo los libretistas resuelven todos los pormenores de lógica de semejante situación - los caracteres viajan de un juego a otro a través de los cables de electricidad; hay un puerto universal que posee los accesos a todos los juegos disponibles en el salón de recreativas donde se encuentran; cada sesión de juego es un show montado al estilo de los espectáculos del parque de diversiones de la Universal, donde los personajes protagonizan complicadas coreografías para darle vida al universo en donde se desenvuelve el jugador (y después se van a las duchas o regresan a sus puestos iniciales para una nueva sesión); incluso el jugador tiene un avatar en semejante universo, siendo un personaje con cabeza de monitor, en donde se puede ver el rostro del humano que está comandando las acciones del juego -, y lo hacen con una brillantez loable. Incluso establecen reglas tan claras y lógicas que sirven para crear situaciones de su propio pecunio; por ejemplo, cuando Ralph se ausenta de su juego, el mismo empieza a fallar - el personaje no aparece, con lo cual el edificio no se demuele y el jugador gana siempre -, y también empieza a fallar el juego en el cual se ha infiltrado, ya que su presencia provoca cambios en el desarrollo natural del mismo. Por si todo esto fuera poco el compañero de Ralph (una especie de clon de Mario Bros) va a buscarlo y lo hace en compañía de una marine espacial, una tremenda marimacho que desea a toda costa recuperar la medalla que el grandulón se llevó de su propio juego, y cuya ausencia ha comenzado a sumirlo en el caos.
Ralph el Demoledor es una delicia por donde se la mire. Si usted ve la versión original - y tiene capacidad de entender inglés - verá que el casting vocal es excelente. John C. Reilly le da una enorme dulzura al bruto que le toca componer; por otra parte está Sarah Silverman - la cual suele ser algo densa en sus presentaciones en vivo, pero que aquí parece haber rebajado y depurado sus decibeles -, quien termina inyectándole una formidable energía a su nenita malcriada y malhablada (pero de gran corazón), la cual quiere participar de la carrera para lograr su propia rehabilitación. El cast se completa con la siempre eficiente Jane Lynch como la sargento más dura que el acero, la cual termina enamorándose del blandengue Felix - personificado por Jack "30 Rock" McBrayer -, y Alan Tudyk como el locuaz y retorcido rey Candy.
Ralph el Demoledor es nostalgia, risas y emoción. Desborda creatividad por todos sus poros, en especial en el universo del videojuego Sugar Rush - en donde todo está hecho de confites y golosinas, y donde abundan las trampas mortales como los pantanos de chocolate o el geiser de Diet Coke caliente al cual le caen pastillas de Menthos al azar, provocando horribles erupciones en cadena -; pero además posee un stock de personajes formidables, los cuales desbordan de carisma y dulzura. En sí es una agradable sorpresa, ya que va mas allá de los límites de su premisa y logra encandilar al espectador con su magia, la que se basa en un libreto plagado de personajes fuertes, atractivos y bien escritos. Desde ya es un gran film y, si usted es como yo - de los que poseen un pasado turbulento habiendo gastado fortunas en las salas de recreativas - sentirá esa sensación de calidez que le brinda el regreso fugaz a una parte importante del pasado de todos nosotros, una que añoramos y que el filme se encarga de reconstruir en toda su gloria.