Errores del sistema, pero con moralina Disney
Seis años y ocho meses. Ese es el tiempo que pasó desde la incorporación de John Lasseter como mandamás del departamento de animación de Disney para que se notara su marca autoral. Personajes tan buenos como imperfectos, la imaginería visual, la ubicación en un cosmos circundante al de los humanos y la dosificación del humor ubican a Ralph el demoledor más cerca de los productos habituales de Pixar, compañía de la que Lasseter supo ser uno de los principales referentes dirigiendo las dos primeras Toy Story, Bichos y Cars, entre otras, que de los históricamente concebidos por la factoría del castillo. Pero que esté “más cerca” no implica necesariamente que sea “una de”. Al fin y al cabo, aún perviven ciertos atisbos marca Disney que se confabulan para que ésta no sea la gran película que pudo ser. O al menos una mucho mejor de la que en definitiva es.
Tiene su lógica que un fanático confeso de los videogames como el operaprimista Rich Moore opte por un (anti)héroe cuya existencia se desarrolla exclusivamente en mundos imaginados a 8 bits. El primer mérito del histórico director de animación de Los Simpson, The Critic y Futurama es no intentar una película-homenaje ni mucho menos, sino usar esa pasión como propulsión para llegar a todos los públicos. La acción principal está en el juego Fix-it Felix, donde Ralph (voz original de John C. Reilly) es el encargado de destruir una y otra vez un edificio a trompadas limpias para que el reparador del título lo componga. Hastiado de obrar para el reconocimiento de un tercero y no del todo satisfecho con las terapias grupales con otros colegas –escenas de tónica similar a las del corto Small Fry, aquel que precedía a Los Muppets y donde Buzz Lightyear compartía sus penurias con otros juguetes amenazados por el desuso–, el gigante de torso y manos desproporcionadamente grandes alla Donkey Kong decide que es tiempo de resarcirse. No tiene mejor idea que hacerlo demostrando su valentía en un juego 3D Shooter. Obviamente, las cosas salen mal y el protagonista desata una plaga de insectos que amenaza al resto de las máquinas.
Que la principal compinche de Ralph sea Vanellope, literalmente un “error” del sistema de un juego de carreras, es sintomático del interés de Moore por aquellas criaturas marginales, casi caídas del mapa de sus universos habituales. Y si se tiene en cuenta que ambas son imperfectas, pero de nobleza infinita y buenas incluso a su pesar, se verá que el espíritu Pixar está presente. El problema es que Disney metió la cola, adosándole esa pátina de moralina tan habitual en sus productos, con enseñanzas y moralejas parlamentadas por los personajes. Así, lo que comienza como un viaje a través de la reconstrucción de una identidad, el enfrentamiento entre la voluntad propia y lo impuesto por el contexto y la aceptación o no de las circunstancias, termina ladeándose a hacia el manifiesto machacón y redundante. Por último, un dato de color: la voz en español de Vanellope es la de María Antonieta de las Nieves, más conocida como La Chilindrina.