Sólo un juego a la vez
La magia del 3D colabora con la idea de sumergirnos en un mundo que nos es totalmente ajeno y que muchos ansiamos descubrir.
Si bien Ralph, el demoledor es una nueva creación de Walt Disney Pictures y popularmente creemos que se trata de un film para niños, la temática central no deja de sorprender a los adultos. Con un personaje principal estresado por la rutina y un fuerte cuestionamiento acerca del bien y el mal, la cinta nos introduce al mundo oculto de los “fichines”: ideal para nostálgicos de los 90.
De aspecto leñador, contextura gigante y de casi dos metros de altura, la misión de Ralph en el mundo del arcade es la de destruir lo que Felix repara. Un día tras otro, los habitantes del lujoso penhouse confían en que Felix los defienda de los horribles puños de Ralph. Y la narración comienza cuando la rutina pesa tanto que la única opción es abandonar el video juego. Pero, ¿qué sucede cuando se quiebra la rutina? En la vida real, es una situación altamente recomendable por los doctos. Pero en la ficción, puede llegar a ser un desastre: y el caso que nos compete, no es la excepción. Por qué siempre gana el bueno se pregunta Ralph en silencio mientras desea en secreto la popularidad de Felix.
La magia del 3D colabora con la idea de sumergirnos en un mundo que nos es totalmente ajeno y que muchos ansiamos descubrir. Las cajas aparentemente llenas, solamente, de circuitos integrados nos sorprenden con amigables personajes que nacen, viven y mueren en estos mundos de fantasía perfectamente organizados. Y en donde reina el orden, siempre hay espacio para el error. Vulgarmente conocidos como “virus”, los errores en los programas son discriminados y puestos en reserva para que el público no pueda interactuar con ellos. Pero junto a Ralph nos ponemos de su lado y descubrimos que éstos no son necesariamente lo que todos creen. Encarnado en una simpática niñita de 10 años, Vanellope, es el virus del cual hay que deshacerse.
Con personajes atravesados por encrucijadas de tinte psicológico y escenas de gran carga emotiva, el film transcurre de la mano del protagonista quien intenta demostrar que si bien su trabajo diario es destruir y ser malvado, su deseo más profundo es el de ser aceptado. Pero la presión de “seguir con el programa” ralentiza sus objetivos. Su estructura clásica de películas infantiles puede que haga predecible los sucesos a devenir pero la novedad radica, no en su narración audiovisual, sino en su temática profunda acerca de la discriminación, los proyectos, los logros personales y las relaciones humanas.
Otra particularidad que se presenta es la aparición de varias referencias que funcionan a modo de guiño con el espectador adulto y audaz conocedor. Por ejemplo, la cita a Pac-Man cuando en una escena Ralph evade el control policial y logra pasar, de contrabando, un racimo de cerezas. Sin mucha innovación tecnológica ni novedades a la hora de contar la historia, Ralph el demoledor sólo será recordada por algún que otro momento fugaz o sus estresados personajes.