Mientras los cuervos acechan, la memoria resiste
Ese espacio de luz que deja entrar la cortina a medio cerrar al principio del film, aún con lluvia, muestra la resistencia dentro de la oscuridad. El documental de Fernando Molina y Nicolás Bietti nos invita a conocer a algunas familias que no están dispuestas a dejar su hogar, Chaitén. A contramarea de todos los juicios externos, ellos se aferran a su suelo y sus recuerdos. A pesar de los destrozos que sufrió esta ciudad debido al volcán, en ningún momento la película se vuelve morbosa, ni tampoco utiliza los testimonios de los protagonistas para generar golpes bajos. Muy lejos de eso, la estética que toma el film está apoyada en esa esperanza que todo lo embellece.
La impactante puesta de sol, los juegos de los chicos, la familia y la unión entre los vecinos siguen existiendo aunque convivan con el desgastante cartel de un presidente que los ignora, las casas que nunca van a volver, la luz que no llega, el humo del volcán que pareciera no dejar de salir y el susurro de ese río que amenaza a cada chaitenino al oído que crecerá como su peor pesadilla. Son justamente esos momentos de fortalecimiento lo que los hacen seguir en la resistencia por respuestas.
La espera es una sensación bien trabajada en el documental. No sólo la cuentan los protagonistas, sino que la sentimos por el modo en el que se organiza la narración. Tachamos junto a ellos los días del almanaque en los que las autoridades responsables no aparecen y nos ubicamos, gracias la bella fotografía que nos transporta, al lado de cada uno de los habitantes a mirar pasar el tiempo. El constante ruido ambiente también hace que uno sienta la cercanía, ya que nos inserta en un clima determinado.
La fotografía toma un gran peso en el relato, las voces aparecen y nos informan de datos importantes, pero las imágenes están tan bien utilizadas que dan peso a todo lo que se pueda decir. Los cuervos acechando en lo alto son la imagen de todo lo que fueron contando los habitantes sobre las conspiraciones para sacarlos del lugar y son asimismo la muestra de que los refugiados tambalearon, se sintieron moribundos por la desesperación de no encontrar respuestas. Pero por cada cuervo, uno de los refugiados se levanta.