Dignidad entre cenizas
Chaitén es un punto minúsculo en la cartografía de Chile; es una palabra que hace referencia a un lugar a la distancia y con el enfoque siempre desde lo alto sólo un recuerdo de un espacio atrapado en el tiempo de la ceniza. De los cinco mil habitantes que ocupaban viviendas, trabajaban con la mirada puesta en el futuro, sólo mil decidieron volver una vez transcurrida la erupción de un volcán.
Pero cuando la mirada baja a la superficie; cuando deposita el ojo en lo que queda de las ruinas de un pueblo que además fue arrasado por el agua y abandonado, en términos institucionales, emergen las historias de resistencia de aquellos que bregan por conservar el pasado y la identidad de una comunidad, la cual para los papeles de la burocracia chilena –tanto el gobierno de Sebastián Piñera como el de Michelle Bachelet- debe exiliarse por estar en un lugar peligroso, no apto para habitar por los altos grados de toxicidad.
Refugiados en su tierra -2013- es un documental de observación y su mérito es haber registrado el proceso durante cuatro largos años en el que un grupo reducido de habitantes ejerce su derecho de defender su tierra, pese a los boicots y a la dejadez manifiesta -sin luz ni agua- por considerar a Chaitén una geografía reciclable. La tentación de la venta de aquellas casas que lograron permanecer en pie ante las otras que ya forman parte del escenario apocalíptico son el punto de tensión entre pares, pero también la disputa de convicciones frente a ideas del sálvese quien pueda.
Los realizadores Fernando Molina y Nicolás Bietti encuentran la distancia justa para que las diferentes aristas coexistan en el relato y dan voz a los verdaderos protagonistas de esta épica cotidiana, con un impecable trabajo en los rubros técnicos como el sonido o la imagen que encuentra las mejores postales en la fotografía.
Con las palabras justas y sin discursos detrás, Refugiados en su tierra acompaña la resistencia social y hace de esa batalla anónima su mayor compromiso desde el punto de vista ético, ya que vuelve al lugar de la tragedia natural, acaecida en 2008, una y otra vez, para dejar en claro que cuando se trata de documentales de observación los retratados no son elementos plásticos de bellas imágenes sino personas con historia, dolores y sobre todo dignidad.