El grado cero del cine
La cantidad de palabras que uno pueda emplear para referir algo consistente acerca de estos productos heredados de los videojuegos y mostrados en pantalla es directamente proporcional a la duración de cada plano: así como el tiempo de espera y de reflexión para el espectador es prácticamente nulo, de la misma forma no hay análisis posible para casi una hora y media de efectos especiales, zombies mutantes y personajes acartonados. Por ende, sólo valgan algunas consideraciones.
Resident evil 5: la venganza es muy pobre narrativamente; no suma con respecto a las otras más que una catarata de explosiones y destellos visuales pensados para el 3D. No se puede evaluar más que dentro de la lógica mecánica de un juego pero en una sala cinematográfica. Hay cinco films y podría haber veinte más como tantas pantallas se logren avanzar en una play. Eso sí, en los primeros minutos, tendremos una rápida reseña de las anteriores a fin de recuperar la memoria aunque sea por unos segundos.
Con lo anterior, quedan excluidos todos aquellos que no comparten el fanatismo por los “fichines”, porque no hay resquicio donde se pueda respirar frente a una sucesión interminablemente gratuita de impactos visuales, propios de una realidad falsa donde incluso los ojos celestes de la bella Jovovich son producto de la transmutación digital. La quinta película de la saga es una traslación directa, no resigna nada de su fuente original; es similar a los libros que se ilustran en pantalla para el deleite de aquellos que le exigen fidelidad al cineasta cuando adapta un texto literario.
Hace un tiempo se generó una polémica entre críticos y seguidores incondicionales de la saga de Batman. La discusión alcanzó ribetes preocupantes por el grado de agresividad expresado ante el disentimiento acerca de las virtudes de la película de Nolan. Sospecho que los mismos admiradores de esta saga dudarían al menos un momento en defender esta quinta entrega. No obstante, uno advierte en esos debates la necesidad de legitimar el escenario que esta clase de películas ofrece: ninguna señal de sentimiento ni de pensamiento; sólo una galería de mutantes queriendo comerse al resto de los mortales. Se podría extrapolar esto a la ideología que subyace respecto de la representación, donde la virtualidad apocalíptica reemplaza progresivamente a cualquier vestigio de humanidad, objeto alguna vez del cine moderno.
Más que nunca, sólo para fanáticos incondicionales.