Que las películas de Resident Evil tienen su platea preferencial, no es misterio alguno. Con cada nueva entrada que la saga ofreció, los números fueron en aumento, pero los verdaderos fanáticos comienzan a dudar de la posibilidad de un buen final para una franquicia que llegará a una sextalogía. Ya es loable que un producto rayano en la clase B haya llegado a la quinta iteración fílmica, pero todo es posible cuando se tiene a Milla Jovovich al frente de una producción de acción casi descerebrada pero que recompensa al espectador con un festín casi imparable de adrenalina y violencia.
Abriendo con un inusitado comienzo en reversa, para una saga no acostumbrada a la calma y a las escenas oníricas, seguido de un ya cansino prólogo que recapitula todo lo ocurrido al momento, Resident Evil: Retribution presenta la extraña vida alternativa de Alice en un barrio suburbano que próximamente recordará al inicio de la remake de Dawn of the Dead cuando los muertos ataquen con saña a la mujer y su familia. ¿Un sueño? ¿Un flashback? Nada de eso, es otro de los planes de Umbrella para seguir mezclando los tantos y arruinar aún más a la casi extinta raza humana. Sin perder tiempo en minucias, Alice será liberada tras un pequeño interrogatorio en una de las bases militares más complejas de la corporación, que recrea en varios ambientes las principales ciudades del mundo como Tokio, Nueva York y Moscú para sus oscuros propósitos. Cual niveles de un videojuego, en cada ambiente hay una nueva amenaza que Alice tiene que enfrentar, con la ayuda de la misteriosa agente del vestido rojo, la impredecible Ada Wong.
Ada no es la única protagonista de los videojuegos que da el salto, también aparecen el flamante Leon S. Kennedy y Barry Burton, pero son más un pastiche sin personalidad que otra cosa, al servicio de aumentar el fan service -aunque el tiro le salga por la culata a Paul W.S. Anderson-. El malo malísimo esta vez es la conversa Jill Valentine, a manos de una acartonada Sienna Guillory y el Wesker de Shawn Roberts se toma un descansito y se pasa al bando de los buenos (lo que durará hasta la próxima película, calculamos). También hay regresos, como la presencia de Michelle Rodriguez, Oded Fehr y Colin Salmon como versiones buenas y malvadas que agregan un poco más de color (y confusión, todo hay que decirlo) a esta entrega que roza el límite del sinsentido pero sin perder su estilo propio nunca.
El guión de Anderson hace más aguas que el Mediterráneo, con una edición tan acotada que realmente hace sentir a la película como un videojuego más. Sin embargo, en donde las artes de escriba le fallan, compensa en la silla directorial, en la que el inglés destaca con lucidas peleas coreografiadas a pulso y persecuciones a pura adrenalina. El aspecto 3D sigue siendo la guinda del postre, así como también la estruendosa banda de sonido que aumenta la balacera visual.
Milla Jovovich se carga una vez más la escasa historia al hombro y le pone todo el cuerpo y la garra para sacar adelante a Retribution de una manera casi obsesa, mirándola por lo que es: un festín de violencia, peleas, piñas, patadas voladoras y sangre, en un envase 3D de hora y media de acción sin parar para consumir y descartar. ¡A por la sexta y última! (o eso se dice).