Continuidad, a pura adrenalina
Afterlife --subtítulo con que se presenta en cartelera a Resident Evil 5 -- significa "después de la vida" y nos sitúa en el tiempo en que se desarrolla la acción de esta nueva entrega inspirada en el videogame japonés.
En el futuro de mundo terrenal en que vive Alice (Milla Jovovich), ya se ha producido un apocalipsis generado por el virus T de la corporación Umbrella y la heroína se encuentra ante una nueva batalla contra legiones de villanos y zombies.
Alice despierta en las instalaciones subterráneas de la empresa, un espacio donde se reencuentra con la Reina Roja y donde la misiones a cumplir mantienen a los personajes en constante acción.
Pero el mundo es más grande y mayor el estrago que se ha producido. Por eso la heroína deberá trasladarse de una punta a la otra del planeta para atrapar y vengarse de los responsables del caos, el objetivo que motiva la traducción al castellano del título.
De Tokio a Nueva York, de la Gran Manzana a Washington y de allí a Moscú, Alice remontará los pasos de sus adversarios pero también los de su historia personal, una circunstancia que, se entiende, le servirá como bisagra.
Entre la road movie y la acción, Resident Evil propone un viaje que no despega de sus anteriores --un montaje las repasa para seguidores y no tanto, como una suerte de videoclip-memoria de la protagonista-- en términos de relato. Incluso, puede dejar contrariado y con sabor a poco al público menos familiarizado con los detalles de la serie, que no está de más rever si se trata de compenetrarse con la historia.
Pero mantiene y eleva la apuesta en cuestión de técnica y para quienes se animan a aturdirse con impresionantes secuencias, una fotografía de altos contrastes y la experiencia única que en el contexto produce la profundidad del 3D.
La música --inequívocamente estridente-- cierra el combo, no apto para cinéfilos que buscan evitar todo ataque de adrenalina.