Es la primera película en solitario de Virna Molina (Sinfonía para Ana, Raymundo), que según sus palabras es el resultado de lo que la pandemia interrumpió. Estaba filmando un documental sobre las trabajadoras del subte, muchas murieron por covid, y el film devino en una experiencia “existencial, filosófica y humana”, donde utilizó lo que el aislamiento le permitió. El resultado tiene una atracción formidable sobre el espectador. Es que la realizadora no solo expresa su mirada particular para el mundo que vendrá, si no que recurre sincera y abiertamente a la historia familiar, a los verdaderos efectos de los años de plomo, al re- aprendizaje de vivir en libertad, con una seguidilla implacable de sucesos históricos y personales. Desde sus sensibilidad a su compromiso. El resultado es una profunda mirada hacia el pasado, anclado en el presente, y una perspectiva futura que tiene que ver con los objetivos y posturas personales que eligió asumir. Conmueve y hace pensar.
Retratos del futuro es una de los tantos proyectos audiovisuales condicionados por la pandemia. En este caso, porque lo que originalmente era un documental sobre el proceso electoral de los empleados del subte filmado entre 2018 y 2019 terminó siendo, aislamiento mediante, una ambiciosa reflexión personal de la directora Virna Molina sobre el estado del mundo. La película funciona como un collage audiovisual hilado por la subjetividad de la corealizadora de Sinfonía para Ana y Raymundo. Molina se nutre de una variedad de imágenes de archivo que van desde noticieros a charlas TED, pasando por registros de reuniones de los empleados del subte y escenas de clásicos como Metrópolis, para dar cuenta de un punto de vista teñido mayormente de pesimismo y desencanto. Los temas son múltiples: la revuelta estudiantil en Chile, las políticas económicas de la presidencia de Mauricio Macri y lo que para Molina es su íntima relación con las de la década de 1990, algunos recuerdos sobre un viaje a Londres y, desde ya, apuntes personales sobre las motivaciones detrás del ejercicio de hacer cine. La película, aunque maniquea en su mirada política y social, tiene personalidad e ideas visuales potentes. El problema, en todo caso, es que nunca cruza la barrera de un ejercicio personal. Tan personal, que se vuelve onanista. Un ejercicio en cuyo horizonte asoma la voluntad de purgar artísticamente lo que para la directora son las situaciones más injustas de una sociedad injusta.
La pandemia reconfigura las ideas de esta película en solitario de Virna Molina, quien además nos interpela con profundas reflexiones sobre el progreso, el futuro, el pasado, el consumo, el trabajo y mucho más.
Dirigida por Virna Molina, “Retratos del Futuro” posee una historia personal muy particular en su concepción. La pandemia atraviesa, transforma y reconvierte a un film comenzado antes de la emergencia sanitaria ocurrida en marzo de 2020. Podríamos preguntarnos ¿qué ocurre cuando el imaginario de futuro se encuentra mirando a los ojos a un futuro distópico? Borrando los límites existentes entre realidad y artilugio, la autora convierte a su material en un documental que recorre las delgadas fronteras de la ficción con absoluta habilidad. Así es como “Retratos del Futuro” se erige como una tesis que simula una puesta en abismo. Si originariamente se instituía a partir de la representación en la lucha igualitaria de los habitantes trabajadores de esta Buenos Aires de fines de siglo XX, incorporando elementos citadinos como el subterráneo o la arquitectura vernácula, la subjetividad de la mirada documental profiere una búsqueda de investigación pertinente al ensayo reflexivo. El paradigma la reinvención humana durante la pandemia excede aquel primer recorte para enfrentar un futuro construido a contramano. Alterado el plan, el aislamiento interrumpió la filmación y, meses después, el proyecto pudo retomarse bajo un mandato terapéutico, sanador y liberador. De personalísima ideología, este ejercicio forzado por el ostracismo nos presenta una ventana planetaria hacia nuevas posibilidades que filosofen sobre nuestro presente, haciendo hincapié en el valor revelador del lenguaje audiovisual como mecanismo para comprender un tiempo de profundo cisma.