Una película fascinante de Tatiana Mazú Gonzales sobre una ciudad, sus mitos y leyendas de una mina donde no dejan ingresar mujeres, pero son ellas las que sostienen las luchas sindicales para mejorar las condiciones de vida de sus parejas, padres, hermanos. Pero nada es lineal, porque la realizadora realiza un cine experimental que une pasado y presente, mujeres del fondo de la historia, rebeldes, armadas, con la constante presencia y sororidad para desarmar un mundo construido a partir del machismo y la superstición. La directora mezcla desde audios (del programa feminista de una tía), las interrupciones, los ruidos inevitables, con fotos, planos, escenas de lucha, perspectiva distante y cercana. Un rompecabezas inmersivo que se arma a partir de las injusticias y el patriarcado contra la esperanza y el alerta constante. Lo fragmentado une climas y posiciones. Por un lado lo que elaboró la directora y por el otro el diseño de sonido de Julián Galay que no sincronizan pero se integran en una mezcla que subraya lo misterioso, lo ancestral con las ideas sororas y el coraje de las mujeres relegadas ayer y hoy. Un Rio Turbio donde se buscan la claridad de la creación.