Cine experimental y político. Historia con rasgos autobiográficos y alcance social. Diario íntimo, patchwork visual y rompecabezas narrativo. Ensayo programático, apuesta caleidoscópica y elementos combativos. Todo eso confluye, convive y se mixtura, en general con resultados fascinantes, en esta arriesgada y desafiante película de Tatiana Mazú González.
La joven guionista, directora y fotógrafa pasó mucho tiempo de su infancia y adolescencia en la localidad santacruceña que da nombre al film y donde aún vive buena parte de su familia. Ciudad de hombres, la dinámica del lugar gira en torno de la mina de carbón a la que las mujeres -por una mezcla de supersticiones derivadas del machismo imperante- no pueden ingresar.
Película sobre la resiliencia, el empoderamiento y la sororidad de unas mujeres que ya han sufrido demasiados ninguneos, prejuicios y abusos, Río Turbio está concebida en su aspecto visual a partir de imágenes de archivo y actuales de la inhóspita y gélida zona, fotos, dibujos, planos y textos de los chats con los intercambios entre la directora y su tía (quien sostiene un programa de radio dedicado al activismo feminista), mientras que su dispositivo sonoro -tan o más importante que el primero- está compuesto por fragmentos radiales, testimonios de mujeres del lugar y muchas otras capas, que incluyen registros de las represiones de las fuerzas de seguridad contra cualquier tipo de protesta para reivindicar mejoras en las condiciones laborales.
Aunque ambas vertientes (la fotografía de la propia Mazú González y el diseño de sonido de Julián Galay) van muchas veces por caminos distintos es precisamente su interrelación la que va enriqueciendo a esta enigmática, evocativa y por momentos lírica película dominada por los silencios, el dolor, la incomodidad y muchas heridas aún no cicatrizadas del pasado de una comunidad donde esas pocas mujeres que habían sido relegadas a un papel secundario, de soporte a los hombres, hoy intentan cambiar los valores, torcer el rumbo y reiventarse lejos de los estereotipos y la pasividad tranquilizadora.