La voz de una mujer no logra hacer eco dentro de una mina. Lugar masculino de origen donde no se concibe la existencia de la feminidad. Si un día una mujer logra entrar a una mina, ¿qué cosas vería?, ¿qué cosas diría? Es un misterio lo que pase allí pues los gritos de las injusticias no logran salir a la superficie. ¿Qué lugar ocuparía dentro de un pueblo minero?
Tatiana Mazú González dirige y escribe Río Turbio, documental estrenado en 2020. La película nos lleva a Rio Turbio, pueblo minero ubicado en Santa Cruz, donde la industria del carbón sigue en auge.
En Rio Turbio se recuerda la trágica masacre a los mineros en huelga, ocurrida entre noviembre y diciembre de 1921 bajo órdenes del entonces Presidente Hipólito Yrigoyen.
Hay muchas historias que se pueden documentar sobre Río Turbio y en parte creería que fue la intención de Tatiana Mazú, sin embargo, la joven directora no termina de arrancar y no llega ni a medias. Chats de WhatsApp ficticios que incluyen poemas, charlas personales entre personajes que nunca se muestran o dan su voz. Imágenes de archivo superpuestas que no aportan valor documental. Planos estáticos del pueblo que no se animan a explorar más del mismo. Figuras abstractas con finalidad artística que quedan bajo la libre interpretación. Un diseño de sonido que, si bien es interesante, se vuelve perturbador.
Río Turbio pudo ser una herramienta de denuncia ante las atrocidades que ocurren en las minas de carbón, pero carece de voluntad para atreverse. Hay testimonios anónimos en la mitad del film que son llamativos y para ello se usa la grabación de voz de las testigos, pero el solo hecho de dejar el audio vagar entre imágenes y no recurrir a un fin estético, hace quitar interés al mismo.
Si bien la finalidad de la película es mostrar la alianza entre los sindicatos y las mujeres, se vuelve una mezcolanza de experiencias que se mencionan, pero no se profundizan. Los tantos planos estáticos y figuras abstractas hacen perder metraje valioso. La carencia de voz en off o contexto obliga al espectador a adivinar que está pasando o de qué va el documental, siendo esto un recurso de desamparo.
Río Turbio es una experiencia no grata para ver en salas, el lenguaje es abstracto y la denuncia tímida, el diseño sonoro aturde y el montaje parece un juego de experimentación, lo cual no está mal, pero pudo ser mejor y más trabajado.