Reencontrando el camino
De la mano de los hermanos Liliana y Lito Vitale, el director Miguel Kohan plasma un viaje en el tiempo musical. 45 años de la creación de la iniciática agrupación MIA, las voces e imágenes de los fundadores Donvi y Esther Soto van abriendo esa "caja de pandora" que fue la precursora de la autogestión independiente. Un bienvenido estreno nacional en Cine.Ar.
(Dado que a varios de los protagonistas de este documental, los he conocido y tratado personalmente, me voy a tomar el atrevimiento de narrar, contar o describir ciertas cuestiones en primera persona).
El título del film, Rivera 2100 hace referencia a la dirección de la casa-estudio en donde vivió la familia Vitale y donde comenzó esa inigualable experiencia músico-pedagogica-productiva llamada MIA (Músicos Independientes Asociados). En Villa Adelina transcurrieron la infancia de los hermanos Liliana y Lito y también los años de estudio y creación compositiva junto a sus padres, el pedagogo y musicólogo Rubens Marcos Vitale, más conocido por Donvi –por Don Vitale- (quien falleció el 26 de octubre de 2012 a los 83 años) y la antropóloga y escritora Esther Soto, quien lo sobrevivió hasta el 21 de marzo de 2018, con 84.
Allí formaron la agrupación que reunía tanto a instrumentistas, cantantes, pintores, docentes, sonidistas, como poetas. Esta cooperativa de autogestión se llamó MIA y la integraban los ya mencionados Liliana Vitale, Lito Vitale, mas Verónica Condomí, Alberto Múñoz, Nono Belvis, Daniel Curto, Juan del Barrio, Mex Urtizberea, Gustavo Mozzi, y, entre otros el también ilustrador, Kike Sanzol. De manera independiente grabaron sus discos, los editaron y los comercializaron; creando el Sello Ciclo 3. Los MIA grabaron 4 discos: Transparencias (1976), Mágicos juegos del tiempo (1977), Cornostípicum (1978) y Conciertos (1979) un álbum triple grabado en vivo en el Teatro Santa María del Buenayre (Montevideo y Avenida Córdoba) en noviembre de 1978. Ya a principios de los 80 irían dejando esta agrupación para encarar sus propios proyectos ya fuera en formaciones tanto solista, en dúos, tríos o banda grupal.
El film hace reseña de toda esta etapa. Pero hay una paradoja. Mientras el título hace referencia a la dirección de la casa primal de la banda, toda su historia, sus recuerdos, anécdotas y memoria se llevan a cabo en la actual sede de esta familia-productora. A principios de los 80 se mudan al barrio capitalino de San Telmo. Y en esa vieja casona, con patio central de piso de baldosas calcáreas, y piezas y cuartos alrededor, crean su nuevo bunker. Ahí tuve la suerte y el gusto de poder visitarlos más de una vez. Cruzando el patio se llegaba a la gran cocina-comedor diario, con una mesa larga. Sentada en una de sus puntas estaba Esther haciendo números, llamadas, preparando algunos mates. Y fumando como descosida. Siempre con todo bajo su control. Por ahí irrumpía Donvi para meter algún bocadillo más que interesante, o el paso raudo de Liliana que se dirigía a su habitación que quedaba al fondo arriba pasando la cocina. E infaltable el saludo de Lito, quien estaba casi todo el tiempo componiendo, grabando, experimentando frente a su pared de teclados, aparatos, monitores y luces en su vidriado estudio en una esquina de la casa. Y toda esa sensación, ese clima placentero y amigable se ve reflejado en esta película.
Miguel Kohan desliza su cámara con suaves panorámicas y lentos travellings. Va recorriendo “la casa de mis viejos” –como bautizó Lito a este bunker- , con paredes llenas de estanterías y bibliotecas, puertas y ventanas entreabiertas, infinidad de rincones con recuerdos. Acompañados por una música, no de fondo sino presente, cuando no hay diálogos ni grabaciones viejas. Aunque compuesta por el propio Lito tiene un aire a las Gymnopédies de Satie. Cada uno de esos segmentos se va fusionando con tomas de proyecciones con diferentes entrevistas a Donvi y Esther. O cuando tanto Lito como Liliana o su hijo Fidel, van revisando viejas cajas con fotos, textos, recortes de revistas, papeles varios, partituras. O chequeando mediante un proyector de diapositivas (a la vieja usanza), una serie de imágenes históricas e inéditas para el resto del mundo.
Hay dos momentos con sendos invitados que son muy entrañables. Uno por lo gracioso, el otro por lo emotivo. Liliana charlando con Mex Urtizberea (quien estuvo en los finales de MIA y luego con otro ex de esta banda, Nono Belvis formaron La Sonora del Plata), entre recordatorios y anécdotas imposibles. Y el escritor, poeta y periodista Miguel Grinberg sorprendido al ver que una nota suya titulada “Diccionario fundamental de los ritmos contemporáneos”, publicada en el diario La Opinión en 1976, está guardada solita en una carpeta del extenso y prolijo archivo que tenía Donvi.
Dos imágenes potentes: Lito de espaldas dibujando notas sobre un antiguo piano casero construido por su padre. Liliana con el pelo recogido y tomando mate, es Esther 30 años atrás.
Los responsables de este tan querible documental ya tenían en su haber otras aproximaciones al mundo de la música. Kohan dirigió Café de los Maestros (2008) con guion coescrito con Gustavo Santaolalla. Y Marcelo Schapces, quien además de director aquí es uno de los productores, fue durante varios años manager de Litto Nebbia y en cine produjo por ejemplo Luca (2008) de Rodrigo Espina y Zonda, Folklore Argentino (2015) de Carlos Saura.
Es muy bueno que la prole de los Vitale siga por este sendero de músicas y canciones. Este film puede tener su continuación -y tiro como idea el título: Estados Unidos 629.
Vale recordar también que en 2015 Esther y Donvi (él post mortem) fueron galardonados con el Premio Konex a la Música Popular con Mención Especial por Trayectoria. Ambos fueron pilares y hoy siguen presentes. Desconocer su presencia, no tiene goyete.