Querido Néstor En un lapso de poco más de 100 días se produce el tercer estreno de un film de Santiago Loza. Tras La invención de la carne (19/11/2009) y Artico (4/2/2010), llega este muy interesante documental de autor que ganó el Premio Especial del Jurado de la Sección Oficial Argentina del BAFICI 2009. El cordobés Loza (Extraño, Cuatro mujeres descalzas) propone un atrapante, cuidado y emotivo (sin cargar las tintas ni caer en la sensiblería nostálgica y en la exaltación elegíaca) retrato sobre la vida y la obra del poeta y activista homosexual Néstor Perlongher, que murió de SIDA en 1992. No todos los recursos estéticos y narrativos me interesaron por igual (hay para mí algunos regodeos y excesos artie) y me parece que cierta fragmentación conspira contra la profundidad y la emoción de algunas anéctodas que quedan a mitad de camino, pero el resultado de este documental/ensayo rodado en apenas diez días es decididamente valioso. Al menos, en mi caso, que conozco muy poco de Perlongher, fue bastante revelador y me dio ganas de profundizar más allá de lo que el film (que no pretende ser didáctico ni abarcativo) ya de por sí ofrece. Una quincena de testimonios de amigos, admiradores y compañeros de lucha (Rosa Patria se sumerge más en su militancia en el Frente de Liberacion Homosexual/FLH que en su aclamada obra literaria) sirven para ir deconstruyendo a un personaje lleno de matices, de facetas y hasta de contradicciones. Su espíritu siempre provocativo, su tortura interior, sus exilios, su giro al misticismo y su agonía final son evocados por Rodolfo Fogwill, Alejandro Ricagno, María Inés Aldaburu, Fernando Noy, Juan José Sebreli, Sara Torres y Flavio Rapisardi, entre otros, para conformar un patchwork estético y narrativo que incluye declaraciones a cámara, fotos y otros materiales de archivo, lectura de poemas y cartas, interpretaciones teatrales y musicales y un largo etcétera. Otra muestra de la diversidad del cine argentino y, en especial, de ese multifacético y prolífico director que es Loza.
El género documental definitivamente le sienta más que bien a Santiago Loza, un realizador que nos tiene acostumbrados a películas muy particulares, de las más “autorales” de nuestro cine. Pero en esta ocasión, presenta un film que no solo ostenta el lujo visual que caracteriza a su cine, sino que es muy dinámico y original, sumándose a esta brisa renovadora que está respirando el género documental en Argentina, habitualmente asociado a la denuncia social, y lamentablemente, por ende, instalado en el imaginario popular como un cine triste, aburrido. Sin dudas, Rosa Patria no es el caso. Debo admitir que, en aquel momento cuando la vi en el pasado BAFICI –donde resultó ganadora de una Mención Especial en la Competencia Argentina–, llegué a la sala esperando nada. Tras la decepción sufrida en Mardel 2008 con Ártico, bien dice el refrán que "un tropezón no es caída", y Loza volvió para deleitarnos con una pieza única, indispensable. Rosa Patria es un recorrido por la vida de Néstor Perlongher, poeta y pionero de la militancia gay en la Argentina de los 70. Un personaje rico del cual Loza supo traducir en imágenes cada uno de sus mejores rasgos. De esta manera el film intercala entrevistas de quienes más lo conocieron –Rodolfo Fogwill, Fernando Noy, Alejandro Ricagno, entre otros– con pequeños fragmentos musicales e interpretaciones de alguna de sus piezas. Con el pintoresco agregado de breves pero precisas inserciones de la voz en off del propio director (con su leve y delicioso acento cordobés) como separador –y a la vez, conductor– de los diferentes bloques del relato. El film en su totalidad es de una belleza extrema, es exacto, nada sobra ni falta en él. Una narración precisa, que resulta interesante para cualquier tipo de espectador con ganas de conocer a un personaje tal vez desconocido para muchos, pero fundamental para la historia de la comunidad gay argentina. De principio a fin, en esta película se siente además la presencia de un realizador sin pretensiones grandilocuentes, pero dotado de capacidades infinitas para ganarse un lugar entre los mejores de la historia de nuestra cinematografía. Bien por Loza, un grande lleno de humildad, algo difícil de encontrar entre los realizadores actuales, lo cual lo hace más grande aún.
Reconstruyendo a Néstor Perlongher Santiago Loza es uno de los poco directores, por no decir el único, que logró estrenar tres películas en tres meses. Pero, más allá de este hecho, lo interesante es que esas tres producciones son tan disímiles entre sí como coherentes en su búsqueda. El drama surrealista La invención de la carne (2009), el thriller minimalista Artico (2009) y el documental Rosa Patria (2009) se diferencian no sólo por género, sino por esa búsqueda que hacen que el cine de Loza sea un acto sorpresa para un espectador que no sabe con qué se va a encontrar, aunque nunca salga defraudado. La vida de Néstor Perlongher (poeta, sociólogo y activista político homosexual) es reconstruida a través de testimonios e imágenes de archivo como un rompecabezas humano. Aunque a medida que pasen los minutos estaremos no solamente ante la construcción de un hombre, sino la de todo un movimiento social, una época política y gran parte de la Argentina de las décadas del '70 y '80. La búsqueda estética de Santiago Loza es ya un denominador común en toda su filmografía, que empieza con Extraño (2003) y que revalida en Rosa Patria. No conforme con lo ya hecho va por más y nos ofrece un documental fragmentado en el que testimonios, poesías y canciones se van tejiendo como araña a su telaraña, para retratar la vida de uno de los activistas gay más relevantes de la sociedad argentina de la década del '70, que en cierta forma puede ser comparado con Harvey Milk, aquel que Gus Van Sant bosquejó en la piel de Sean Penn en la homónima película del 2008. Rosa Patria tiene un tratamiento de la imagen que acompaña el lirismo que transmite la poesía de Perlongher, las canciones que interpreta Carlos Casella o los testimonios de amigos y militante como Fernando Noy y Juan José Sebreli. La saturación del color virado hacia tonalidades cálidas como el rojo, o el naranja, superposición de imágenes en diferentes planos y el uso de imágenes reconstruidas de forma casera, junto a un minucioso cuidado de los planos sonoros logran que imagen-palabra se fundan entre sí y que la vida y obra del personaje documentado traspasen la pantalla y cobre vida a través de estos elementos plásticos. Santiago Loza vuelve a demostrar una vez más que su cine va más allá de la simpleza y la nimiedad. La búsqueda permanente de un director que no se queda en lo fácil y el lugar común, indagando de manera constante nuevas formas narrativas, algo poco utilizado en la cinematografía actual en dónde la mayoría prefiere quedarse sobre lo ya hecho sin jugarse por lo diferente. Un cine que hay que ver, si lo que uno quiere es hablar de cine, de patria y de lucha.
La fascinación de Néstor Perlongher El film resulta un apasionante vistazo tanto de la figura del poeta como de los significados de una militancia visceral. Poeta maldito, inteligencia especialísima, personalidad muy maricona, feo, desagradable físicamente, seductor, un tipo bizarro... Estas son apenas algunas de las primeras definiciones sobre Néstor Perlongher (1949-1992) que desborda el documental Rosa Patria, dirigido por el cordobés Santiago Loza. Figura fundamental de la poesía argentina, sociólogo, agitador cultural y uno de los líderes del Frente de Liberación Homosexual (FLH), un movimiento que integró la militancia política de los primeros años ’70, Perlongher encuentra en el film de Loza “un retrato incompleto sobre su persona y la historia de aquel activismo”, según advierte el propio documental antes de dar comienzo. Una aclaración sin duda prudente (¿qué retrato puede ser acabado, completo, definitivo?), pero también, quizás, injusto consigo mismo, considerando todas las facetas de Perlon-gher –de encuestador callejero a poeta místico– que asoman a lo largo de apenas 95 minutos. Premio especial del jurado en la Competencia Argentina del último Bafici, Rosa Patria tiene, en primer lugar, un evidente valor cultural, por su gesto de rescate de una figura no por reconocida menos oculta de la literatura argentina. Pero el film de Loza también vale por su construcción inteligente y sutil, por la manera abierta y desprejuiciada con que emprende ese retrato, por la búsqueda que implica trabajar con testimonios de escritores, amigos y compañeros de lucha de Perlongher sin dejarse atrapar por la rutina de las cabezas parlantes. Allí está Fogwill, que fue el editor de su primer libro, Austria-Hungría, en Tierra Baldía, afirmando que “nadie había descubierto la bisexualidad del lenguaje como Perlongher”. Juan José Sebreli recuerda su figura (“tenía el aire de una señora”) y Alejandro Ricagno, poseído por el fantasma del poeta, lee magníficamente uno de sus propios poemas “perlonghizados”. La fotógrafa y militante feminista Sarita Torres aporta las pocas imágenes de Perlongher que quedan (y que se están disolviendo con el tiempo), mientras que María Inés Aldaburu, que también lo conoció de cerca, propone una performance a partir del virulento texto “Evita vive”, del libro Prosas plebeyas. Pero la información más valiosa del film –que también incluye unas sobrias reconstrucciones ficcionales, vistas a la distancia, como viejas películas mudas en Súper 8– proviene de una zona hasta ahora recóndita o directamente negada de la historia de la militancia política de los ’70: el activismo homosexual. Rosa Patria no sólo recupera los slogans y consignas imaginadas por Perlongher, sino también el rechazo que recibía este activismo en las distintas agrupaciones a las que trataba de sumarse. Si para el trostkista PST el FLH podía militar bajo su bandera pero sólo en condiciones de clandestinidad dentro del propio partido (“la homosexualidad era vista como una desviación biológica del capitalismo”, recuerda un compañero de militancia), para los Montoneros fue suficiente una sola foto con el FLH, en la funesta tarde de Ezeiza, para que luego surgiera la consigna: “No somos putos, no somos faloperos, somos los machos de FAR y Montoneros”. El Perlongher que emerge del documental de Loza (un director de ritmo fassbinderiano: éste es su tercer estreno en poco más de tres meses, después de las ficciones La invención de la carne y Artico) es una figura pasoliniana: un poeta y pensador radicalizado, un cuestionador permanente de la sociedad, que murió en Brasil abatido por la “peste rosa” de la que habla Fogwill y víctima no tanto del exilio político como de lo que el mismo Perlongher llamaba “un exilio sexual”.
El retrato imperfecto Rosa Patria es un claro ejemplo de la lábil frontera entre el documental y la ficción, cuando se está dispuesto a trascender límites formales y a exponer explícitamente como parte del proceso creativo una búsqueda que, lejos de volverse un atajo hacia un lugar definido, abre la encrucijada que permite la reflexión y la necesidad de volver una y otra vez sobre los objetivos buscados. Afortunadamente, Santiago Loza –director de Extraño– se atreve con un anómalo ensayo documental, dejando su sello indeleble de calidad artística por sobre todas las cosas. La virtud de esta propuesta, ganadora el año pasado del premio del jurado en la sección oficial de competencia Argentina del último BAFICI , es la incompletud al acercarse desde una visión personal y fragmentaria a la poco conocida figura de Néstor Perlongher: un poeta argentino, homosexual, que militó antes y durante la época de la dictadura en defensa de la libertad sexual, por lo que debió exiliarse a Francia y posteriormente a Brasil para luego terminar sus días y morir en la Argentina por padecer el virus del HIV. Loza no sólo rescata una parte poco difundida de la historia más reciente del poeta, la de la militancia y posteriormente su recaída mística, sin ocuparse demasiado de su faceta artística para concentrarse en un constante juego de interrogantes, representaciones de carácter teatral, recuperación de viejas cartas, canciones y un largo etcétera mixturado con la irrupción de recitados que traen la imagen fantasmagórica de Perlongher, la cual se realza en la constante ausencia a la vez que se desdibuja en un compendio muy bien seleccionado de testimonios de amigos y compañeros. Entre el acopio de voces resuenan las de Fernando Noy, Juan José Sebreli (por citar a los más conocidos) junto al relato de activistas que proporcionan jugosas anécdotas con un aporte de ciertas contradicciones en la figura del artista. El mérito del cineasta creador de Cuatro mujeres descalzas, más allá de haber logrado este interesante experimento en tan sólo 10 días de rodaje, es que al carecer de material de archivo y fotos reconstruye un personaje como si se hubiera propuesto seguirle los rastros a un fantasma huidizo, que reaparece una y otra vez en las estrofas crudas y burlonas de los poemas de este excéntrico escritor.