El mal en la banalidad
El tema de la violencia contra la mujer ha sido abordado por el cine casi siempre de manera obvia, subrayada, didáctica, políticamente correcta, militante, con el énfasis puesto más en la denuncia que en los valores artístico. Por eso, esta ópera prima del joven director cordobés es tan valiosa y, al mismo tiempo, implacable. Porque muestra lo que hay que mostrar para que la propuesta sea inquietante para el espectador.
No hay aquí terribles golpizas ni ultrajes, sino esos rasgos de violencia cotidiana (casi diría socialmente admitida, institucionalizada) que se dan en circunstancias aparentemente banales y que tienen que ver con las entonaciones de la voz, los chistes con doble sentido, las frases humillantes, los gestos amenazantes de quien se siente más poderoso.
A partir de un generoso y minucioso trabajo previo con los dos protagonistas (un matrimonio en crisis en medio de un camping serrano) y de una puesta en escena muy pensada, pero al mismo tiempo fluída, que se permite con la cámara inquieta observar y encontrar la esencia de los conflictos, Luque -de apenas 27 años- va construyendo un entramado inteligente y pertubador. Aunque no todas las situaciones funcionan con la misma eficacia, por lo visto en este largometraje y en otros cortos de su autoría estamos ante un gran director en potencia.