Hace un par de años conocimos un novedoso producto oriundo de Bélgica: “Sammy: en busca del pasaje secreto” (2010). En ella teníamos a una tortuga recién nacida que a través de un largo recorrido por el océano entregaba aventuras y un tremendo mensaje pro ecológico.
En esta segunda entrega se redobla la apuesta, empezando con el agregado de otro director al equipo conformado por Ben Stassen (el mismo de la primera), el también guionista Domonic Paris.
Sammy y Ray están viendo nacer a sus nietos, en otro de los ciclos de la vida, acosados por unas gaviotas deseosas de almorzar quelonios. En seguida un grupo de humanos los captura con la intención de llevarlos a un inmenso acuario submarino cuyo dueño es, obviamente, un inescrupuloso millonario, y serán los nietos los que irán en su búsqueda.
La trama se divide entre los sucesos dentro y fuera de la atracción turística. Por dentro desfilan varios personajes, incluyendo un caballito de mar con aires de capo mafia. Pero aquí nadie es realmente villano pues la idea de la mirada desde los animales es mostrar al ser humano como el habitante más peligroso de la Tierra.
La proyección de prensa con chicos atentos a lo que sucede da cuenta de la calidad del entretenimiento, aun cuando no hay grandes conflictos ni climas densos como los que suelen tener algunos productos de Disney.
“Sammy 2: el gran escape” logra su cometido, con el agregado de un notable uso del 3D que justifica el valor de la entrada, y a que realmente aprovecha la profundidad del océano para contrastarla con los personajes en relieve. Por su mensaje, la gran calidad de animación, y la solidez de sus realizadores, es una de las buenas opciones del verano.