Más aventura y menos ecología en “Sammy 2”
La cinematografía belga probó, a principios de 2011, que podía competir en el mercado mundial de la animación digital 3D con la primera parte de esta historia, «Las aventuras de Sammy-El pasaje secreto», historia de un tortugo de mar que perseguía durante años a su propia Manuelita, perdida en el Pacífico. La secuela transcurre en un nivel narrativo similar, aunque con un tanto más de picardía y ciertas citas a los títulos más famosos de las productoras monstruo.
En este capítulo, el protagonista es víctima, junto a unos amigos y parte de su parentela, de las redes de unos cazadores que los llevan como atracción al acuario de un restaurante submarino en Dubai, que realiza shows con ellos. Al elenco animado se añade ahora una serie de personajes novedosos (en quienes más se advierten las citas a Disney y Pixar), como el hipocampo «Big D», líder de los sublevados; una langosta de mar que no quiere terminar convertida en manjar de los turistas, y un pulpo (o «pulpa», en verdad) con habilidades rescatistas.
Al igual que el primer título, el 3D vuelve a estar explotado al nivel de atracción de parque de diversiones, lo cual si bien puede resultar recargado y un tanto artificioso, para el público al que va destinado representa una golosina visual irresistible.
Pero el libro, en lo que representa el mejor avance, ha dejado de insistir en los mensajes didácticos y aleccionadores (el calentamiento global, la ecología, el maltrato a los mares a través de la depredación del hombre, el derramamiento de petróleo, etc.), que eran marca primordial en el film precedente. En esta secuela, si bien el protagonista Sammy pasa varias veces a segundo plano (al punto de que a veces da la impresión de que el guionista se olvidó de él), se tiene siempre presente en cambio que de lo que se trata es de entretener a los más chicos con aventura, suspenso y acción, y eso está logrado. Ya habrá tiempo para que vean los documentales de Discovery Channel.