Abuelitos en apuros
Para los realizadores de las películas de Sammy, los humanos somos lo peor que le ha sucedido al planeta. Y si bien tienen bastante razón, y en la primera película de esta tortuguita marina lo demostraban en una suerte de tour geográfico e histórico en el que se veían todos los daños que le hicimos al mar y sus habitantes naturales, en esta segunda entrega apelan más a la imaginación creando un acuario muy particular.
Los ahora veteranos Sammy y Ray, tortugas marinas de diferentes especies, viven en paz en la playa, esperando que todos sus nietitos salgan de sus respectivos huevos para ir hacia el mar. Están tan concentrados en eso que no advierten a los humanos que logran capturarlos para llevarlos como nuevas adquisiciones a un acuario-restaurant submarino al que, por lo que se muestra en la película, asiste gente con mucho poder económico.
Todo el filme consiste en variados intentos de escape, mientras tratan de convivir en ese lugar, comandado por una suerte de Padrino, nada menos que un hipocampo que suple con amenazas y falsas promesas el tamaño que la naturaleza no le dio.
Si bien la animación y la técnica de 3D están bien logradas, la historia no llega a atrapar y le faltan personajes carismáticos. Sammy, que era joven y simpático en la primera, aquí ya es un abuelo achacoso; valiente, pero no lo suficientemente dinámico como para liderar la película. Los creadores lo tuvieron en cuenta, y agregaron a un par de nietitos, sin embargo a ellos les sucede lo mismo por contraste: si bien se ven encantadores, son demasiado pequeños e inexpertos.
El filme transcurre en cautiverio, y algo de eso siente el espectador en esta historia mucho más pobre en varios sentidos que la anterior. Un mensaje ecologista con el que pocos se podrán identificar, escenarios acotados, y personajes con poca profundidad es lo que ofrece esta película que los chicos disfrutarán para pasar el momento, pero que no tiene mucho más que eso.
Nuestra calificación: Esta película justifica el 50% del valor de una entrada.