Crisis conceptual Saudade (2014), del ecuatoriano Juan Carlos Donoso, presenta una trama que abarca tantos temas que termina por hacer descarrillar una película que propone una idea interesante. Tal como sucede en muchas óperas primas, el director abre el abanico narrativo a un sinfín de subtramas, de manera innecesaria, que hacen que la historia termine siendo tan fallida como confusa, hasta llegar al extremo del caos. En los últimos años se estrenaron dos películas ecuatorianas con caracteríscas similares: Feriado (2014), de Diego Araujo, y Saudade, de Juan Carlos Donoso. Ambas fueron exhibidas en la Berlinale, son coproducidas por Argentina, están ambientadas durante la crisis económica del 99 y el punto de vista es el de un adolescente de clase media alta. Aunque las diferencias en la forma y el contenido son abismales. La historia de Saudade se centra durante la crisis económica que azoto a Ecuador durante 1999. Miguel, un adolescente de clase media de 17 años, habita en medio de la tensión familiar y de la suya propia, a raíz de una madre que lo abandonó de pequeño y que pretende recuperarlo, una hermanastra con la que vive una extraña relación sexual, amigos que deben marcharse a raíz de la crisis económica, y un padre que de repente parte en busca de su ex mujer dejando a Miguel al cuidado de la madrastra. Un sinfín de historias que tiñen todo de una pretenciosidad desmedida, que rozan lo inverosímil. Saudade presenta grandes fallas narrativas por la ambición de su autor al querer abarcar historias, que en su mayoría son forzadas o se abren para luego carecer de desarrollo. Las actuaciones son tan estereotipadas que lo único que provocan es pena. Y para colmo Donoso apela a una serie de clises y efectismos que vuelven lo que podría haber sido una historia potente en algo menor e irrelevante. El resultado: olvidable.
A Miguel (Francisco Baquerizo) el protagonista excluyente de “Saudade” (Ecuador, 2014), de Juan Carlos Donoso, las cosas le pasan y no las registra. Mientras su país vive la crisis económica más grave de la que se tenga conocimiento, el sigue con sus rutinas de adolescente de clase media acomodada. El archivo inicial, con imágenes virulentas llenas de fuego y mentiras de funcionarios (Domingo Cavallo incluido) prometían un camino a recorrer donde la reflexión sobre ese momento histórico, social y de decisión, tal vez, hagan que los personajes tomen un punto de vista sobre aquello que se narra. Pero no, Donoso prefiere registrar con su cámara planos estilizados envueltos de música y complicidad juvenil, con citas a escritores y priorizando la anécdota de Miguel y compañía por sobre la verdadera multiplicidad de historias que suma a la trama. Así, si Miguel es testigo sobre cómo uno de sus amigos pierde la vivienda, o sí dentro de su familia lo incestuoso juega un papel preponderante al mantener relaciones sexuales con una de sus hermanastras, todo será trabajado desde la narración como compartimentos estancos sin lograr fluir con el resto de la historia. “Saudade” no refiere tanto al término portugués para reflejar un eterno estado de nostalgia, tan fuerte como imposible de negar y de asumir, sino que aquí estará más relacionado hacia la mirada perdida de Miguel frente a todo aquello que el mundo le revela ante los ojos. Si la literatura se plantea como un refugio posible, con clases al mejor estilo “La sociedad de los poetas muertos” en las que su maestra lo incita a que la búsqueda de una voz propia, más allá de sus elecciones como Carlos Castañeda o Julio Cortázar, que le posibilitarían la formación de su identidad e integridad, sea el camino a desandar sin mirar a otro lado. Al volverse reiterativo el narrar episodios aislados, y al quitarle potencia a las figuras paternales, las presentes y las ausentes, como esa madre que desea recuperarlo y le hace quebrar su universo momentáneamente, o ese padre que lo deja al cuidado de todo (y que en ese momento es mucho, principalmente por la crisis que se atraviesa), sólo refuerzan la idea hacia una construcción en la que la búsqueda y el andar continúo de Miguel termine convirtiéndose en un estilo débil sin una historia consolidada. Justamente en la multiplicación de historias, y en la ausencia de una lograda cohesión narrativa y estilística, es en donde “Saudade” naufraga, identificándose más con la carencia del protagonista en vez de crear un juego que bucee más en el momento histórico y en las oportunidades que éste podría haberle sumado a esta ópera prima.
Tópicos de la iniciación adolescente La añoranza de la madre ausente, la distancia con el padre, la barra de amigos, el despertar amoroso y sexual, las primeras estribaciones de una vocación, la asunción de que la política es parte del reino de este mundo: Saudade, la ópera prima del ecuatoriano Juan Carlos Donoso Gómez, cumple con todos y cada uno de los tópicos del film de iniciación adolescente. Eso no quiere decir que a esta producción ecuatoriano-venezolano-argentina se le sienta la rutina o el déjà-vu, ya que nunca da la sensación de recurrir a esos tropos como a fórmulas preexistentes, sino que van surgiendo como necesidades narrativas. Lo que relativiza los logros de Saudade viene por otro lado: por el lado en el que todo encaja como sólo encajan las cosas en un guión pensado para encajar. Lo político con lo personal, las vicisitudes de la nación con las del protagonista, el “basta ya” de la ciudadanía y el del héroe adolescente.Un cartel inicial suministra información básica sobre la situación económica y financiera en el Ecuador versión 1999. Crisis, feriado bancario, corralito: no extraña que entre las imágenes de noticieros con las que el film se inicia aparezca el rostro del benemérito Domingo Cavallo, asesor ad hoc del gobierno ecuatoriano pre Rafael Correa. A partir de allí, la ficción se pondrá en sincro con ese momento, de modo de cerrarse con las manifestaciones callejeras en contra del cerrojo de protección bancaria. Pelo largo, timidez, aspecto hippón: Miguel pasa las tardes del verano andando en bici junto a su grupo de amigos. Circulan los primeros besos entre ellos y, aunque no es de tomar la iniciativa, Miguel tiene una compañera de cole que se ocupa de hacerlo por los dos. Pero por allí anda la hija de la segunda mujer de su padre, que tiene más o menos su edad y tiene la ventaja de estar cerca.De su madre biológica, a la que nunca conoció, conserva algunas fotos que la muestran fusil en mano, en la Argentina de los 70. ¿Será que algo de ese espíritu rebelde se transmitirá a Miguel o es la situación de su país la que mueve a salir a la calle? El mayor acierto de Saudade es seguramente el modo en que sintoniza con el ánimo del protagonista, sin imponer apresuramientos ni empujar conflictos. Lástima que no suceda lo mismo con el arco dramático, que sí aparece como muy predelineado, de modo que lo general y lo particular coincidan con intención ejemplarizadora.
Coinciden en cartelera dos películas ecuatorianas, ambas en coproducción con la Argentina. Ambas, también, dedicadas a evocar una adolescencia torturada. En "Saudade", por el resentimiento. En "87", por el remordimiento. Las dos tienen comienzos interesantes. Después se desorientan y se pinchan, una antes que la otra. La primera transcurre en 1999, cuando el Ecuador tuvo su corralito. La agitación social de esa época está expuesta en el prólogo y el epílogo, armados con imágenes de noticieros televisivos que incluyen algún plano de Domingo Cavallo. Pero el grueso de la historia es pura languidez, centrada en un flaco cuyo único gesto enérgico es mandarse mudar todo fastidiado cuando el padre le dice "ya es tiempo de que te preguntes si eres un zombi o una persona". El resto del tiempo se lo pasa en vagar por el hermoso Valle de los Chillos, ir a una escuela de puros lánguidos, dejarse avanzar moderadamente por dos compañeras, odiar a la madre, una exguerrillera argentina que debió abandonarlo, y percibir tardíamente que algo está cambiando a su alrededor. Así es la opera prima de Juan Carlos Donoso Gómez. Con mayor experiencia, la pareja de Anahí Hoeneisen y Daniel Andrade ("Ésas no son penas") cuenta una historia en dos tiempos alternados: 1987 y 2002, cuando uno de los protagonistas vuelve al "lugar del crimen". De chico, él y sus amigos, cada cual con sus problemas, se refugiaban en una casona abandonada, donde también solía meterse una piba piola, que agregó un problema para la amistad de dos de ellos. Por esas cosas de la vida, la infancia se les terminó rápido. Ahora hay uno que busca el reencuentro con lo que queda. En este caso, la política es apenas una referencia: el muchacho es hijo de argentinos exiliados y su hermana mayor andaba en cosas raras, no se sabe bien. De buena factura técnica (Andrade fue entre nosotros director de fotografía de "María y el Araña"), los defectos de "87" se manifiestan cerca del desenlace. Al guión le faltaba un hervor. Protagonista, Michel Noher.