Problemas pequeños
Las refacciones de un templo para la comunidad judía son el detonante que conectan al rabino Aarón (debut de Fabián Rosenthal) con la materialidad en todo el sentido de la palabra, pues el referente máximo de este lugar debe salir en búsqueda de donaciones cuantiosas para que no terminen con su sueño de expansión y las deudas financieras hagan de ese templo religioso un emprendimiento de otra dimensión, más relacionada con lo inmobiliario.
La deuda en dólares con el financista, en la piel de Carlos Portaluppi, conecta a la película de Walter Tejblum en su primer arribo al territorio de la ficción con un tema de acuciante realidad pero el film avanza hacia otros esquemas y toma como punto de partida un viaje iniciático llevado adelante con paciencia, buenas dosis de humor y apuntes reflexivos, que encuentran en el naturalismo de Rosenthal su mayor eficacia.
El choque de culturas y costumbres, así como el retrato no paisajístico del país de Oriente, suman en lugar de estancar la propuesta. Sin embargo, ese choque en realidad para el punto de vista del rabino Aarón no necesariamente implica conflicto sino aprendizaje y de orden espiritual.
La materialidad, si bien siempre encuentra un modo de aparecer tanto explícita como implícitamente, es el pretexto ideal para recuperar otro tipo de fé; para reconectarse con la propia esencia y con el viaje en bruto, sin el valor neto. No es necesario avanzar desde esta nota para evitar cualquier indicio y pérdida de sopresa en el espectador.
Lo único que puede anticiparse de esta comedia por momentos costumbrista es su grado de humanidad en cada uno de los personajes, inclusive aquellos que se encuentran algo perdidos pese a tener los pies sobre la tierra o la mirada apuntando hacia el cielo.